Muchos le auguraban un fracaso: fue un éxito. Más que eso: es un antes y un después. El previamente vituperado Mundial de Clubes no es solo una competición; es un nuevo estamento del fútbol, un espacio flamante que en apenas 29 días se convirtió en el segundo certamen más importante detrás de la Copa del Mundo. Porque ya superó al torneo olímpico, a todos los sub-, al femenino, al futsal... Es la novedad más fuerte de los últimos cincuenta años de este deporte. Y también un golpe político.