No puedo abstraerme de la realidad dolorosa por la que atraviesa la Federación Deportiva del Guayas luego de leer el valiente reclamo de mi colega Frank Maridueña en su columna del pasado viernes. La antes gloriosa Fedeguayas pasa por el momento más grave de su historia. Padece cáncer terminal, COVID-19 y dengue hemorrágico. Pretendieron reanimarla con una intervención cesando a quienes la llevaron a ese grado de postración, pero los respiradores no funcionaron porque salieron de la Secretaría del Deporte y estaban en mal estado, algo común en este Gobierno.

Aunque ya se notaba cierto deterioro en el prestigio institucional, la llegada de la Revolución Ciudadana al deporte significó un tsunami técnico y moral. El correato arrasó con las instituciones deportivas poniendo a su gente a dirigirlas sin evaluar si tenían capacidad, conocimientos y experiencia. “¡Vamos por todo!”, era el grito de las hordas verdeflex con la misma codicia que años antes un movimiento político gritaba: “¡A la carga!”. En el 2010, el grupo de la Asamblea Nacional que ha quedado estigmatizado como ‘los borregos’ aprobó alzando las manos la Ley del Deporte que consagró el manejo político del deporte nacional, atropellando todo principio de organización a través del voluntariado.

Los burócratas estatales pasaban a decidir el destino histórico del Comité Olímpico, la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, las federaciones ecuatorianas por deporte y las federaciones provinciales. Fue tan feroz la caballada que el entonces ministro del Deporte, José Francisco Cevallos, con suma obediencia al dueño del país, intervino 41 federaciones ecuatorianas y, de inmediato, convocó a elecciones del COE. Con presiones que aún no han sido reveladas en su real magnitud se obligó a renunciar al presidente del COE, Danilo Carrera. Se cooptó al delegado del Comité Olímpico Internacional, funcional a las pretensiones estatales, y se validó un directorio que –vaya casualidad– lideró el viceministro de Cevallos, el actual presidente Augusto Morán. De ese directorio del COE, nacido del abuso gubernamental, era tesorera la actual secretaria del Deporte, Andrea Sotomayor Andrade, que más tarde pasó a ser secretaria y luego ministra.

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Del manejo económico los interventores no dicen una palabra

¿Y qué pasó en Fedeguayas? Pierina Correa decidió que era hora de adueñarse de la entidad logrando una delegación del Ministerio de Salud. Ella misma lo contó a un periódico local que nuestra columna reprodujo el 13 de enero de 2019: “¿Fue la candidatura de Pierina Correa y su elección el resultado de una maniobra política? Sostener lo contrario no tiene argumentos de base, pues la propia titular de Fedeguayas lo ha admitido. En una entrevista publicada en diario Expreso la exvoleibolista, ante la pregunta de si su hermano Rafael intervino en su elección, confesó: “Hablé con él. Le consulté y le expliqué cómo lo quería hacer. A mi hermano le dije: ‘Hay esta propuesta, me parece un campo interesante. Soy deportista, he pasado por las duras y las maduras y he visto cómo Guayas ha perdido la hegemonía en el deporte a nivel nacional”. Y el periodista repregunta “¿Qué le dijo el presidente?”. Y ella responde: “Él generalmente escucha y no se pronuncia inmediatamente. Delegó al ministro del Deporte (Cevallos) y al gobernador (del Guayas, Roberto Cuero) para que trabajaran en eso”. (¿Hasta cuándo soportamos a la ‘Nueva Era’ de Fedeguayas?).

Un subalterno de la Secretaría, escogido para presidir la FDG

Luego de 48 horas de publicada nuestra columna, Fedeguayas fue intervenida por la Secretaría del Deporte, que declaró cesante al directorio por poner en peligro el patrimonio deportivo estatal, dado el daño causado en el estadio Alberto Spencer, la pista atlética Jacobo Bucaram, el coliseo Voltaire Paladines y, en general, a todos los escenarios deportivos de la ciudad y la provincia. “Una pena y vergüenza. Con esto salimos de la Federación Rosa Edith Rada y yo, en un desconocimiento total de la gestión realizada y de los logros históricos alcanzados”, dijo Correa a este Diario.

Inocentes los que creímos en la buena fe de la intervención. Han pasado 18 meses y los escenarios deportivos siguen en ruinas. Del manejo económico siete interventores no han dicho una palabra, pese a que cálculos de los entendidos dicen que por las arcas federativas pasaron desde 2011 hasta 2019 más de $100 millones en una institución que no organizaba campeonatos, que había sepultado casi todas las ramas deportivas y que no cuidaba las instalaciones deportivas. ¿No es hora de que la Secretaría del Deporte haga pública alguna novedad sobre el destino de los fondos estatales entregados y de los captados por el arrendamiento de las instalaciones de la Federación, por cuyo uso se cobraba hasta a los deportistas de 5 años en adelante? La familia de Alberto Spencer dio a Fedeguayas un plazo para conocer sobre la remodelación del estadio. Ya se cumplió exageradamente y de los trabajos se sabe de una denuncia interpuesta en la Fiscalía acerca de la obra civil del arreglo de la pista atlética, supuestamente adjudicada a una compañía constituida siete días antes de la adjudicación. Sotomayor se ha apresurado a desmentir lo denunciado. Vamos a ver qué resulta.

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En dos años más la Fedeguayas, introductora de los modernos deportes en el país, cumplirá su centenario de fundación. ¿Tan solemne fecha la encontrará harapienta y en la más ominosa ruina moral, tan destruida por la irresponsabilidad de la Secretaría del Deporte (como descuidó las piscinas del Centro Cívico por cuya destrucción nadie responde, pese a ser patrimonio deportivo estatal, sin que ello importe a la Contraloría y a la Fiscalía). Lo único que importa a esa inútil dependencia es seguir apoderada de la Federación para cuya presidencia ha escogido a un subalterno de la Secretaría, cuya elección ha sido impugnada por un juez.

Intervención inútil, remodelaciones atrasadas, contratos de obras impugnados, elecciones sospechosas de parcialidad. Ese es el panorama de la antes orgullosa Fedeguayas. Debieran cambiarle el nombre y llamarla ahora Federación Oprimida del Guayas. (O)