En estos tiempos terribles de coronavirus que vivimos debemos cambiar de planes de manera rápida. Tenemos el proyecto de sacar pedazos de historia del ‘baúl de los recuerdos’ y por eso ahora les dedicaremos esta columna con admiración y respeto a varias personas que tuvieron relación con el deporte y que se adelantaron en el viaje de la vida terrenal a la eterna.

El lunes pasado, muy temprano, nos enteramos del fallecimiento de Manuel Adolfo Varas, ocurrido a pocas horas de la muerte de Silvio Devoto. Luego, Jorge Chica y antes había partido Pedro Murrieta. Los cuatro muy vinculados por muchos años con el movimiento deportivo. Protagonistas de una época que se nos va y de la que quedan pocos para contarlo.

Quedamos consternados por estas noticias y tuvimos que asimilarlas poco a poco. Mi dilecto amigo Ricardo Vasconcellos Rosado describió con su versada pluma el perfil de los ilustres comunicadores Varas y Devoto y solo me permito agregarle uno que otro detalle.

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Varas y Devoto fueron periodistas respetados y testigos de un periodo brillante de nuestro deporte. Los unió la pasión por el fútbol, la hípica y por sobre todo el concepto pleno de la amistad grata, sincera y permanente. Manuel Adolfo jugó en 9 de Octubre y vivió en el sur de la ciudad, muy cerca del antiguo Jockey Club. Cumplió más de cinco décadas en la comunicación radial y terminó laborando por 35 años en radio Caravana.

Silvio jugó en Barcelona, llegó a la dirigencia del equipo torero y debió asumir la presidencia en una de las mayores crisis del club (1973), y no se rajó. Su otra preferencia fue la hípica. En cierta ocasión le pregunté a Silvio por el caballo Mar Negro y fue como si le hubiera tocado un botón de inspiración, como si hubiera sido iluminado.

Nos contó muchos detalles del hermoso corcel, que también tuvimos el privilegio de ver correr. Daba la sensación de que el brioso equino se emocionaba cuando llegaba a la meta con su raudo y elegante tranco. Era como que sentía el aplauso del público que llegaba al Santa Cecilia en enormes cantidades para verlo correr. Mar Negro provocó un récord de apuestas que aún no ha sido superado.

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Jorge Chica fue futbolista, puntero que corría por la banda izquierda. Militó en algunos clubes, pero donde adquirió fama fue en Barcelona. Como muy pocos futbolistas obtuvo una profesión, la de médico y luego se especializó en neurocirugía. Siempre dispuesto a colaborar con el necesitado. Una foto muy reciente nos mostraba que Chica estaba revisando a Ecuador Figueroa, lo que prueba su gesto solidario.

Otro colega, Joffre Canchita Tomalá me contactó el viernes pasado para reenviarme una información generada por un familiar desde Estados Unidos en la que se hablaba de la partida de Pedro Murrieta. Pedro jugó béisbol desde muy joven. Lo conocí en la Liga del Forestal en la década de los años 70. Me acuerdo muy bien –como si fuera ayer– que me permitió ponerme un guante de béisbol por primera vez y que luego lo guardé con mucha veneración.

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Subió a primera división en 1966 con un equipo llamado Pilsener, que era un proyecto de promoción de jóvenes que batalló por tres temporadas. Fue elegido para conformar la selección del Ecuador que intervino en el certamen Sudamericano de béisbol que se cumplió en el Yeyo Úraga y que terminó en la obtención del campeonato en 1966.

En los torneos locales consiguió el título en la temporada de 1972, con LDE, en una vibrante campaña. En la mitad del certamen la novena ligada estaba en la última casilla de la tabla, pero varios movimientos de posiciones del entrenador Alfredo Bengoechea le dieron un cambio notable y LDE remató en una gran final. Todo eso le permitió conquistar la corona frente a Bravos de las Américas. Luego Murrieta pasó a Barcelona y posteriormente a la Asociación Deportiva Naval, cuando ya se había enrolado como infante de Marina, y con ellos logró banderines en 1978 y 1979.

Obtuvo la primera antigüedad en la especialidad de buzo de la Armada. Luego de su retiro fijó su residencia en Nueva York y junto con Luis y Walter Paladines, Vicente Maldonado Salazar, Ricardo Montalvo, Logan Solís, los hermanos Luzuriaga y otros crearon una liga de béisbol que la llamaron Asopeg, que aún sigue en función en el parque de Flushing.

Como campeón sudamericano debió recibir la pensión como Gloria del Deporte Ecuatoriano, pero pese a sus gestiones y certificaciones presentadas nunca le quisieron reconocer. Algunas veces me contó que su intención era dedicar ese valor para apoyar el funcionamiento de una escuela de béisbol en terrenos que le habían ofrecido en la península. Hasta tanto, en los periodos que venía a Guayaquil viajaba hasta la parroquia Tenguel, en donde impulsaba otro grupo de niños junto a su amigo de toda la vida Juan Veintimilla. No pudo cumplir ese sueño. Hubo un periodo que colaboró en la logística con el equipo 9 de Octubre, con Omar Quintana de dirigente, y contaba las anécdotas de los controles que tenía que aplicar con los jugadores en momentos de concentración domiciliarias.

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El aislamiento ordenado por la calamidad que pasamos no nos permitió acompañar a su última morada a estos personajes del deporte que se nos adelantaron. Hemos perdido a dos grandes representantes del periodismo deportivo, que fueron reservas históricas del deporte porteño, y a dos notables deportistas. Me inclino reverente ante las tumbas recién abiertas de ellos y expreso nuestra solidaridad a sus familiares y amigos. Que descansen en paz. (O)

El aislamiento ordenado por la calamidad que pasamos no nos permitió acompañar a su última morada a estos personajes del deporte que se nos adelantaron. Descansen en paz".