Echando una ojeada hacia atrás, apenas panorámica y no tan exhaustiva, vemos que el periodismo, en líneas generales, no ha acompañado ninguno de los avances experimentados por el fútbol. Cambios que han adecentado y mejorado el juego y la actividad en general, aproximándolo más a un espectáculo civilizado que a la disputa barriobajera que se practicaba en muchos casos entre 1960 y 1990 (año en que se decidió erradicar todos los vicios acumulados en décadas). No sólo no apoyó, fustigó acerbamente cada innovación. Podría escribirse una enciclopedia con todas las decisiones que la prensa desaprobó y que terminaron siendo un acierto rotundo. Solía decir un antiguo dirigente paraguayo: “el periodista deportivo es el único vendedor que habla mal de su producto; todos los demás, hasta el que ofrece parcelas de un cementerio, las pondera”.