Solo la conquista del título en la fase final del campeonato nacional podría borrar en algo el fracaso institucional de Barcelona durante la borrascosa administración de cuatro años del directorio encabezado por José Francisco Cevallos. Ya una vez hablamos del desastre que la politización y la incapacidad habían provocado en el club más popular del país. La respuesta del entonces precandidato a prefecto provincial fue declarar a este columnista “enemigo de Barcelona” en una rueda de prensa en la que expuso su egocentrismo, soberbia y falta de autocrítica.

Un miembro de la prensa radial, súbdita y adulona, puso en boca de El Quijote una frase que el caballero andante nunca dijo: “Bien hecho, señor presidente. Si los perros ladran es señal que cabalgamos”. Cevallos sonrió ante el ‘inteligente respaldo’. No pensó que la cita era una afrenta hacia él y sus compañeros de directiva. No dirigían; cabalgaban, porque todas sus acciones –ayer y hoy– las habían hecho con cascos y herraduras.

No hay semana en que el ídolo del Astillero no camine sobre la cuerda floja: o paga o pierde la categoría. Algunas veces recurrieron a “préstamos personales” de los propios dirigentes, o de socios de sus negocios y amigos. Un caballero de modesta cuenta de ahorros, muy ligado a uno de los directivos más influyentes, apareció prestando nada menos que $720 000. Nunca se investigó si sus recursos le permitían otorgar tan crecido crédito a la institución.

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El presidente de Barcelona prometió, al inicio de su mandato, que habría la transparencia que había faltado en directorios anteriores y que se haría una profunda auditoría para establecer responsabilidades en el derroche de los fondos del club. Habló de una deuda de $22 millones que posteriormente rectificó y cambió a $29 millones y medio. El vicepresidente financiero, el 27 de septiembre de 2018, dijo a diario El Comercio:  “En la auditoría se reveló que la deuda total era de $27 millones, pero a eso había que sumarle contingencias por $14 millones”, aunque luego se desdijo ante el mismo rotativo.  El Comercio destacó en esos días que “las declaraciones del directivo se contraponen a las que dio en marzo del 2016, cuando dijo que el valor certificado más contingencias y cargas impositivas podría llegar a $32 millones. Ante esa contradicción, el dirigente se negó a dar un valor exacto del déficit actual del equipo, cuando la directiva que integra está por cumplir tres años de gestión”.

El 20 de marzo de 2017, Cevallos y los abogados del club se presentaron en la Fiscalía con un informe de auditoría para denunciar los presuntos malos manejos de los exadministradores, según publicó el Diario EL UNIVERSO al día siguiente. Con mucha pompa y profusión de cámaras se presentó la denuncia, pero lo extraño es que los denunciantes no regresaron jamás ni realizaron ningún impulso procesal. Todo quedó en un aspaviento irresponsable y desidia de la directiva.

Barcelona es un caos total. ¿Se sabrá alguna vez cómo se gastaron los dineros del club? ¿Conocerán los socios e hinchas del Ídolo cuánto ingresó en los cuatro años del periodo que está por terminar y en los anteriores? Tenemos serias dudas de que así ocurra. Prestantes exdirigentes, encabezados por Jaime Nebot Saadi, presidente vitalicio de Barcelona, ofrecieron una auditoría con una empresa prestigiosa, cuyo costo ellos iban a pagar. Imaginamos que no hubo colaboración del club, pues de este importante tema ya no se ha vuelto a hablar.

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Solo ganar el título nacional podría borrar en algo el fracaso institucional de Barcelona durante la borrascosa administración de José  Cevallos en cuatro años de presidencia. 

Nuestras dudas aumentan con el resultado de las elecciones. ¿Serán los dirigentes que van a asumir los cargos directivos capaces de autoauditarse si sabemos que fueron parte del régimen de Cevallos? ¿Serán capaces de poner el cuello en la guillotina? Aclaremos: no todos tuvieron implicaciones financieras en la conducción y hay personas de honestidad insospechable que renunciaron a sus puestos ante la perspectiva de mancharse por la falta de transparencia y la entrega del club a un partido político. El último en desertar fue el presidente electo, Carlos Alfaro Moreno, pero permaneció en la vicepresidencia nada menos que 38 meses en su cargo y debe aclarar un contrato con el club del que era dirigente, denunciado por el propio Cevallos cuando supo que su compañero de fórmula iba a ser candidato rival.

A la falta de claridad en el manejo de los recursos (Juan Alfredo Cuentas dijo a Extra, el 21 de marzo del presente año, que los ingresos de Barcelona eran de $74 millones), se agrega el pésimo manejo administrativo y técnico. Basta mencionar la eliminación de Copa Libertadores por un torpe error en la inscripción del volante colombiano Sebastián Pérez y la falta de diligencia directiva. Pese a ganar los dos partidos al club Defensor de Uruguay, la Comisión de Disciplina de Conmebol lo sacó de la Copa y el Ídolo perdió $550 000.

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Otro caso significativo del modo chapucero en que se tomaron las decisiones fue el del jugador Michael Arroyo, acusado de dopaje y suspendido en su actividad profesional. La directiva, en lugar de dejar que los organismos pertinentes juzguen el tema, decidió defender al futbolista alegando que había ingerido un medicamento por prescripción de uno de los médicos del club, por lo que no era  en manera alguna responsable. Fue el clásico endoso de la culpa sobre un inocente. La sanción, en menor grado, se impuso y Arroyo estuvo inactivo. Cumplido el plazo de la pena el jugador se presentó a demandar la cancelación de sus salarios impagos. Su argumento fue que el propio Barcelona lo había exculpado y por lo tanto existía su derecho a cobrar. Presumimos que la deuda ha crecido a consecuencia de la “inocencia” de los abogados del club.

La política de venta de jugadores a clubes extranjeros es una de las tantas rarezas en las decisiones. Xavier Arreaga, defensor de calidad, con apenas 24 años, seleccionado nacional, fue vendido a la MLS a precio de gallina flaca: $2 millones. Lo mismo pasó con otro zaguero central, Félix Torres, cuyo club de origen, el Galáctico, de Manabí, reclama el pago de más de $300 000 por el 30%  del pase. Barcelona cobró dos millones o más, pero solo abonó $125 000 a los manabitas. Las ventas de estos dos jugadores, más Anderson Ordóñez y otros, solo produjeron un ingreso de poco más de $5 millones. Contrasta esto con los aciertos de la directiva de Emelec que en la era de Nassib Neme ha superado los $40 millones en venta de jugadores a clubes extranjeros.

Y el remate del caos. Barcelona fue eliminado de la Copa Ecuador pese a llegar a semifinales con un marcador favorable de 4-1 ante Delfín. El elenco mantense se impuso el miércoles en la semifinal de vuelta por 3-0 y mandó al desvío al cuadro guayaquileño.

La prestigiosa y muy popular radio Caravana reveló que la renuncia del técnico uruguayo Leonardo Ramos se debería a que se registraron fuertes discusiones en el vestuario entre directivos, miembros del cuerpo técnico y jugadores, e informó además que José Gavica negó haber sido contactado para asumir como DT interino. 

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El club es una nave sin brújula y con el timón roto en un océano de recia marejada. Como en el Titanic, la orquesta sigue tocando, pero el director (Cevallos) ha perdido la batuta (nunca le funcionó)  y los violines están llenos de agua. (O)