Aunque con frecuencia intercambiamos mensajes en Facebook, red social en la que Galo Pulido Barzola es muy activo, hace mucho rato (¿tres años?) que no conversábamos de manera directa. La última fue en casa del colega inglés Leslie Dickens, cuñado de Galo, una noche en que desempolvamos una voluminosa carpeta de recuerdos del fútbol en los tiempos del estadio Modelo Guayaquil, que fue el escenario de las enormes habilidades de un jovencito surgido en los equipos barriales y luego en los juveniles del Club Sport Emelec.

De repente, una llamada en el Messenger y el nombre recordado siempre a la hora de remover en la memoria los grandes momentos de Emelec y del balompié guayaquileño en el que ya no se producen figuras.

Galo Pulido, dueño de una inteligencia precoz y un dominio del balón que le nació el mismo día del parto, apareció –como era común antes de que llegaran los empresarios– en el fútbol callejero, el de la pelotita de trapo y luego la de índor. Su primer equipo fue el inolvidable Sagrario, una jorga de demonios del balón que hacían madrugar a los seguidores de las Ligas de Novatos. Imagínense a estos chiquillos jugando fútbol e índor: Jorge Bolaños cuando empezaba a ser el Pibe de Oro, Jorge Mawyín, el malabarista Milton Pérez, Walter Arellano, Teodoro Ruiz, Lucho Sernaqué y algunos más con similar calidad.

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¿Quién les enseñó los fundamentos del juego? Nadie; la habilidad y las ideas les vinieron en la sangre. Luego les revelaron algunos secretos posicionales, pero ellos tenían destino de cracks. Hoy Guayaquil no podría sacar una selección de jugadores nacidos en la ciudad porque no hay. Tal vez aparezca un par en un medio donde, años atrás, hace medio siglo y más, se podían formar tres selecciones.

Hace algún tiempo Galo me contó que fue Jacinto Astudillo, estupendo amigo vicentino, ingeniero civil hoy, marcador de punta de las selecciones del Vicente Rocafuerte y de Emelec, quien lo llevó al plantel juvenil eléctrico, conducido en ese entonces por Mariano Larraz, un auténtico maestro.

A su vez Jacinto me hizo la historia. “Galo era del mismo barrio mío, Gómez Rendón desde Chimborazo hasta la ría. Justo al final de la calle, entre la fábrica La Universal y el colegio La Providencia, se jugaba a diario pelota de la buena. Era increíble ver a esos muchachos descoser la esférica a punta de regates, túneles, sombreros. Jugaban con gente grande, entre ellos los vendedores de plátano de la calle Cuenca, mozos rudos, fuertes, de pico y hacha. Los chiquillos los vencían siempre por astucia y picardía. De allí salió el famoso Brasil, el mejor equipo de índor de las Ligas de Novatos. Ese de la final contra Los Toreros, en mayo de 1961, que paralizó a la ciudad”.

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Deslumbrado por la calidad de los pibes, Astudillo convenció a cuatro de ellos para que se probaran en Emelec: Galo Pulido, Milton Pérez, Sergio Carrera y Lucho Rosales. “Quedaron todos –dice Jacinto–, pero los dos últimos se fueron muy jóvenes a Estados Unidos. Galo y Milton sí hicieron carrera en Emelec”. Los juveniles de Larraz hicieron historia al ser inderrotables.

Hoy Guayaquil no podría sacar una selección de jugadores nacidos en la ciudad porque no hay. Tal vez aparezca un par, pero años atrás, hace medio siglo y más, se podían formar tres selecciones.

El 11 de noviembre de 1962, Everest empató con Barcelona y Emelec se clasificó campeón del torneo de la Asociación de Fútbol. Había un Clásico del Astillero pendiente y los dos equipos decidieron jugar con juveniles. Emelec ganó 3-0 y en ese partido aparecieron en primera Felipe Mina, Francisco Arámbulo, Galo Pulido, Milton Pérez y Juan Mosquera. En Barcelona debutaron Félix Lasso y Francisco Bolita Aguirre.

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Pulido era un volante de armado, la misma función de Jorge Bolaños, dueño indiscutido del puesto. Galo estuvo en el banco hasta que una lesión del Pibe lo hizo titular, en 1963. Don Fernando Paternoster los hizo jugar juntos cuando Bolaños volvió y con José Vicente Balseca, Enrique Raymondi, Horacio Reymundo, Carlos Alberto Flaco Raffo, Manuel Chamo Flores, Clemente de la Torre y Roberto Pibe Ortega dieron vida a las varias formaciones de la línea histórica de Los Cinco Reyes Magos.

Para Pulido los años 1964 y 1965 fueron inolvidables. Al inicio de la temporada de 1964 llegaron Bolívar Merizalde y Tomás Egas y se despidió de la divisa eléctrica Raffo. Jaime Delgado Mena empezó a disputar la titularidad en el ala derecha al Loco Balseca. Se incorporaron luego el brasileño Iris y el argentino Rubén Baldi.

Para Pulido ese fue un gran año. Todavía alternaba la batuta ofensiva con Bolaños, pero se iba asentando cada vez más. Jacinto Astudillo expone una realidad que él conoce por haber jugado con los dos: “Bolaños era, sin duda, un jugador extraordinario. Imposible sacarle el balón de los botines. La entrega redondita y el pie. Pulido era también un exquisito, pero igual que te la daba al pie, podía ponerte un pase de 30 o 40 metros”.

Emelec fue campeón provincial en ese 1964. La Comisión de Fútbol que integraban Antonio Briz, Mauro Intriago y Otón Chávez estructuró un gran plantel en el que habitualmente jugaban Ramón Mageregger; Felipe Landázuri, Cruz Alberto Ávila y Felipe Mina; Henry Magri y Carlos Pineda; Jaime Delgado Mena o José Vicente Balseca, Bolívar Merizalde, Baldi o Iris, Pulido o Bolaños y Juanito Moscol. También estaban Manolo Ordeñana, Carlos Maridueña, Walter Arellano, Orlando Zambrano, Tomás Egas, Chamo Flores, Clemente de la Torre, Oswaldo Villacís, Alfredo Encalada, Francisco Arámbulo, Paco Sotomayor, Roberto Valdiviezo, Milton Pérez y José Hinojoza.

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1965 fue un año apoteósico para Emelec. Por recomendación de Paternoster llegaron al equipo los paraguayos Lucio Calonga, procedente de la primera de Huracán de Buenos Aires, y Avelino Guillén, de Cerro Porteño de Asunción. También arribaron el uruguayo José Romanelly y el argentino Hugo Lencina. Carlos Maridueña pasó de los juveniles a titular en primera. Fue el año en que Mageregger le detuvo un penal al hasta entonces infalible Vicente Lecaro, y aquel del gol insuperable de Jorge Bolaños a la selección de Paraguay que ya lo hemos contado un par de veces.

Aquel 1965 fue también el de la decisión de Paternoster de juntar a dos talentos sensacionales como Bolaños y Pulido, dos expresiones de calidad que ya no se ven en estos tiempos. Emelec fue campeón nacional invicto al vencer a Liga de Quito por 2-0 y a El Nacional por 3-2. La vuelta olímpica la dio en el estadio Olímpico Atahualpa.

Olvidaba decirlo: la llamada de Galo fue para expresar su desencanto por lo que muestra Emelec en esta temporada. “No hay coraje, entrega, profesionalismo en los jugadores. Están vagando en el césped y el compromiso con la divisa no existe. El fútbol se gesta en el medio campo, pero no hay calidad en el manejo del balón, en los pases, en la creación de oportunidades de gol. Da desconsuelo y comprendo la reacción de los hinchas. Hubo esfuerzo directivo por reforzar el plantel, pero los nacionales no responden ni los extranjeros tampoco”.

Le digo a Galo que el desolador panorama es igual en Barcelona, azotado por la crisis directiva, las deudas y las malas contrataciones. Le pido que ruegue porque vuelvan los tiempos en que jóvenes futbolistas guayaquileños surgían de las calles por generación espontánea, como los del Sagrario, del Brasil y de las Ligas de Novatos. Un sueño imposible, pero de ilusiones también se vive. (O)