Todos hablan español, pero nadie lo usa, los mayores lo ignoran deliberadamente, los jóvenes porque ya no es su idioma de educación. Se fuma mucho, sobre todo las mujeres, por la calle. La vemos como una ciudad abierta, internacional, moderna. Se respira europeísmo, riguroso primer mundo. En realidad no parece una ciudad sino un estado, con su lengua, su identidad propia, su orgullo, sus costumbres, su independencia (y potencia) económica.

Una gigantesca urbe señorial y elegante, se advierte en el vestir, en los negocios, en el parque automotor, los edificios, plazas, calles y avenidas, en la gente que sale a hacer deporte el domingo a la mañana. Aún se ven señores de traje leyendo el diario en el café de la esquina. Hay una cantidad monumental de deliciosos restaurantes y bares. El transporte público es de primerísima, da gusto utilizarlo, aunque no se necesite.

Todo está interconectado por bus, metro y tren, a cuál más espléndido. Conviven tradición y modernismo. Está preciosa Barcelona, impactante, combina armoniosamente las antiguas construcciones de estilo con el diseño más innovador. Hay limpieza, no hay ruido, las calles son arboladas. Exuda respeto, educación.

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Todo cartel o señal está en catalán. La palabra España es como un pariente no deseado, no se pronuncia. Está claro que le cuesta horrores convivir amarrada al poder central. Estamos aquí por el 18º Campeonato Mundial de Pelota Vasca, nuestro deporte de juventud, de tanta raigambre en la Argentina. Tanta que la Federación Internacional de Pelota Vasca se fundó en Buenos Aires en 1929.

Pasamos media vida en los frontones y trinquetes. También en esto se refleja el poder de Cataluña: las instalaciones del Mundial son espectaculares, situadas en la Vall d’Hebrón, sede de los Juegos Olímpicos de 1992, para muchos los mejores de la historia.

Pero también nos tira el cuero, la número cinco. Y el lunes la marquesina ofrecía un plato imperdible: España-Inglaterra. Para el periodismo español era más que pan comido, directamente ya estaba ganado. Solo quedaba ver por cuánto.

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Sevilla era la sede, en el Benito Villamarín, estadio del Betis. Porque es una tradición que la Roja juegue en todos los terrenos de España: Madrid, Valencia, Málaga, Gijón, Zaragoza, Granada, Vigo, Cádiz, Oviedo, Albacete, Huelva, Logroño, Salamanca, Almería, Mallorca, Villarreal, Canarias… menos en Bilbao… y en Barcelona.

Aquí no encontraría buen ambiente, pese a que la mejor selección española de la historia fue catalana, con Puyol, Piqué, Xavi, Iniesta, Busquets, Pedro y Fábregas como estandartes del tiqui taca.

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“El apego de la afición barcelonista con la selección española siempre es complicado por cuestiones identitarias”, escribió Joan Poquí, periodista de Mundo Deportivo. No solo silbarían al equipo, también al himno. “No es nuestra selección, nosotros no somos españoles”, nos dice un exjugador que la representó varios años y del que no daremos el nombre. “Pero es que no había otra cosa”, agrega.

El último partido oficial de la Roja en el Camp Nou data de 1969, aunque luego disputó un amistoso allí ante Holanda en 1987. Pero “no fue nadie”: solo 20.000 personas en un estadio para 99.000. Y luego, el distanciamiento, el desamor.

“Lo dan por Canal Uno, en televisión abierta”, nos dice el conserje peruano del hotel. Una transmisión fría, sin repeticiones ni matices. En el entretiempo mandaron un noticiario largo y ni los goles volvieron a pasar. Llegaba dulce la España de Luis Enrique.

En los tres partidos dirigidos por el ex DT del Barsa, había cosechado tres victorias: 2-1 a Inglaterra en Wembley, 6-0 a Croacia en Elche y 4-1 a Gales en Cardiff, este último amistoso, los dos primeros por la Liga de Naciones.

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A propósito de esta nueva competencia, lo habíamos adelantado en otra columna meses atrás: dado que Europa ha transformado todos sus amistosos en oficiales gracia a esta Liga de Naciones, se les acabaron a nuestras selecciones los enfrentamientos con europeos, ahora todo será Perú-Chile, Argentina-Brasil, Uruguay-Paraguay… O bien Ecuador-Omán, Bolivia-Birmania, Colombia-Japón... Entre nosotros o versus Asia, África o Concacaf.

Y estos choques no generan dinero, a veces incluso ni se televisan. Pero, además, al ser oficiales, los de la Liga de Naciones puntúan mejor en el ranking FIFA. Y cuando llegue la hora de los cabeza de serie para el Mundial 2022, estarán mejor posicionados los europeos, pues el ranking determina.

“Sevilla guarda el punto que nos lleva a la final a cuatro”, tituló As con aires festivos. “Para este partido solo contemplo un resultado: la victoria”, cacareó Luis Enrique. Pero a 37 minutos del inicio ya Inglaterra ganaba 3-0. Sterling (dos goles), Rashford (uno) y sobre todo Harry Kane abusaron de una defensa que fue un colador. Y ya no estaba Piqué, jubilado de la Roja, quien con su lentitud actual fue responsable de muchos desajustes. Pero sigue Sergio Ramos, causante principal de los desaguisados defensivos. Ramos, un caudillo notable, sin dudas, suele tomar la lanza e ir por el gol heroico, pero deja huecos colosales, que ante delanteros de primera se pagan a precio de oro.

Harry Kane armó la jugada del primer gol (precioso, dos toques profundos y definición perfecta de Sterling). Luego asistió brillantemente en los otros dos. Perdiendo, España se iba cada vez más furiosamente a buscar el arco rival, y cada vez ofrecía más espacios. Ya en el segundo tiempo Inglaterra se sintió satisfecho e hizo sobremesa, si no pudo aumentar cifras. Paco Alcácer, con impecable cabezazo, puso el 1-3 y a los 97, casi en los vestuarios, Sergio Ramos anotó su tanto tan buscado y cerró el marcador: 2-3. Fue como si Inglaterra le dijera a España: “Ustedes patentaron el tiqui taca, nosotros inventamos el fútbol, más respeto”.

Lo de Alcácer es una de esas novelas que solo le pasan al Barcelona. Lo fichó por 32 millones de euros en 2016, marcó 15 goles, pero no le tuvieron paciencia y lo cedieron a préstamo hace tres meses al Borussia Dortmund por 2 M€, con una opción de 23 M€. Se destapó y lleva 7 goles en poco más de 100 minutos jugados en el club alemán, más 3 con la selección española en dos juegos. Después de casi regalarlo, el club azulgrana está buscando afanosamente un 9 que pueda alternar con Suárez, quien atraviesa un bajón inexplicable desde hace casi un año. Ya el Borussia anunció que hará uso de la opción por Paco.

Quince años invicta como local llevaba España, con 27 partidos sin perder. Y nunca le habían marcado tres goles en casa. El lunes, pasó. “La Nations League es el torneo más estúpido del mundo del fútbol”, declaró hace unos días Jurgen Klopp, enojado porque las selecciones le llevaban a casi todos sus jugadores. Pero lo que antes era un amistoso de compromiso ahora es por los puntos. Y se jugó en serio, con todo. No lo vemos tan estúpido. (D)

Es una tradición que la Roja juegue en todos los terrenos de España: Madrid, Valencia, Málaga, Gijón, Zaragoza, Granada, Vigo, Cádiz, Oviedo, Albacete… menos en Bilbao… y en Barcelona.