Se le escurrieron entre los dedos 7 puntos en tres partidos. Empató 2-2 con el Girona de local, cayó 2-1 ante el Leganés afuera y volvió a igualar, ayer, 1-1 con Athletic de Bilbao, en el Camp Nou (Real Madrid empató sin goles con el Atlético). Peor que los resultados, sin embargo, es el juego. En el mismo inicio de la temporada (van 7 fechas de liga y 1 de Champions), el Barcelona emite señales inquietantes. Messi, como nuevo capitán, le prometió a la nación azulgrana dar el máximo por volver a levantar la Champions. Fue durante la presentación del plantel en el Trofeo Gamper. Pero a 45 días de esa tarde festiva, plena de sonrisas e ilusión, el SOS ya se instaló entre los hinchas, que ven el barco zozobrar e intuyen que, con Ernesto Valverde al timón, pueden tener un año dramático. Y en blanco. En el curso pasado tampoco era una orquesta, pero con un Messi sensacional en más de cuarenta partidos, consiguió al menos disimular y conquistar Liga y Copa del Rey. Igual, el doblete se destiñó por la indecorosa eliminación de la Champions, jugando un horroroso partido ante la Roma en Italia tras haber ganado 4-1 en Cataluña. Y porque, encima, al gran trofeo europeo se lo llevó el Real Madrid.

El problema en la sala de máquinas se manifestó de entrada. Conste que estamos hablando del plantel más caro del mundo y, por lejos, el de mayor masa salarial. Ninguna de las dos variables se traduce en rendimiento.

Muy lejos de sus años dorados, el Barcelona no tiene mayor idea de a qué juega. Todo queda reducido a pasársela a Messi y que él invente algo y mantenga el nivel de flotación. Leo sigue en un momento brillante, pero todos los demás parecen torpes, improductivos. Cuando no se advierte un plan de juego claro, quedan en entredicho las capacidades. No se logra apreciar bien si los jugadores son malos o si fracasan porque no tienen un sistema fiable que los contenga y obtenga lo más sustancioso de ellos. Nada funciona, todos se deslucen y se desvalorizan. En este estado, parecen insólitos los fichajes de Coutinho por 160 millones de euros y de Dembelé por 140 millones de euros. Tibio el primero, confuso el segundo. Ni siquiera se alcanza a percibir cuál es la posición y función exacta de cada uno.

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“Es inexplicable que teniendo a Messi el Barsa no haya ganado más Champions”, declaró Coutinho. Claro, lo ve hacer tantas maravillas y no puede entenderlo. Messi lleva 33 títulos en el club, podrían ser mínimo 40 si se lo hubiese rodeado con acierto. Pero hay un desmoronamiento progresivo de la potencialidad del equipo desde hace cinco o seis años (los mejores del genio), producto de una infeliz política de fichajes y de contratación de entrenadores. La Masia, a la que se promocionaba como una industria de fenómenos, no ha vuelto a alumbrar un crack desde 2004, cuando apareció Messi. En estos catorce años solo Sergi Roberto surgió de allí y se afirmó en Primera. No es un Xavi, un Puyol, aunque sí un buen volante, con manejo, dinámica y agresividad, al que no le pesa la camiseta. Todos los demás se fueron perdiendo en la intrascendencia. Nadie triunfó allí, tampoco afuera.

No quedaba más que fichar. Y empezó un desfile incesante de jugadores llevados a precios astronómicos que nunca dieron la talla. El lateral derecho es solo un ejemplo de los errores: por no renovarle a Dani Alves (se adujo que pedía mucho y quería dos años de contrato siendo ya demasiado grande) permitieron su salida; en su lugar contrataron a Aleix Vidal (22 M€) y posteriormente, como no rendía, a Semedo (40 M€). Pero estando Alves había llegado Douglas, también brasileño, por 12 M€. A Douglas directamente lo escondieron para que no jugara. Finalmente tuvo que ser improvisado Sergi Roberto porque los otros no satisfacen.

Pasó en varios puestos hasta decantar en este plantel actual, no solo escaso de calidad defensiva, sino desbalanceado. El único lugar perfectamente cubierto es la portería: Ter Stegen es un magnífico titular y Cillessen, un eficiente suplente. Piqué (a quien le fue muy mal con España en los últimos dos Mundiales, con muchas fallas, como su insólito penal ante Rusia) atraviesa un momento delicado. Cometió un blooper ante el Leganés que significó la derrota ante los colistas y había regalado los dos goles del Girona. Toma la lanza y se va, pero deja unos huecos tremendos atrás y ya no tiene velocidad de recuperación. No hay ningún zaguero derecho que pueda sustituirlo. Transfirieron a Yerry Mina y a Marlon. Están él y tres centrales zurdos: Umtiti, Vermaelen y Lenglet, quien de momento no ofrece ninguna seguridad. Si falta Piqué por lesión o suspensión, deben jugar dos zurdos en la cueva, algo que, está comprobado, puede ser fatal. Dos derechos sí pueden hacerlo, dos zurdos no, son de perfil cerrado.

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Salieron también dos laterales izquierdos: Digné y Cuccurella, por tanto no hay sustituto de Jordi Alba (que necesita algo más que eso, alguien que pueda desbancarlo). Luis Suárez no tiene otro 9 detrás, cedieron a Paco Alcácer al Dortmund (donde debutó y marcó un golazo). Suárez, como Piqué, es un capítulo aparte. Hace mucho, mucho tiempo está bajísimo; peleado con la pelota, desacertado en los pases, lejos del gol, impreciso en el remate, cae repetidamente en offside. Solo él podría explicar tan profundo y prolongado bajón.

Hay 9 volantes para tres lugares: Rakitic, Busquets, Sergi Roberto, Arthur, Arturo Vidal, Coutinho, Denis Suárez, Rafinha, Sergi Samper. Diez si contamos a Messi, que es realmente un volante de armado. Tal superpoblación, además de innecesaria, es nociva, genera caras largas en muchos que no juegan y, a la larga, fricciones. Ya cuando le tocó salir ayer ante Bilbao, a Vidal se lo llevaba el diablo. Y con razón, estaba destacando. Además, ese gentío le quita lugar a la máxima promesa del semillero: Riqui Puig, de 18 años, lleno de frescura, habilidad y atrevimiento, con un fútbol vertical, que rompe líneas e invita a tocar, a asociarse. Debería estar jugando; quedó taponado y fue devuelto al Barça B.

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Los cientos de millones gastados y la pésima puntería en los fichajes llevó al despido a Andoni Zubizarreta y Roberto Fernández, los dos directores deportivos anteriores. Y con los entrenadores sucede lo mismo. El Barça perdió a Pep Guardiola, excepcional entrenador, y luego no dio más en la tecla. Ha habido un desfile en línea descendente hasta llegar al actual Ernesto Valverde, que no conforma (la gente pide su salida ya). Toda la táctica es tratar de dársela a Messi y que él salve los muebles. Pero un jugador no puede hacer absolutamente todo. Ante el Athletic el DT lo dejó en el banco, pues el miércoles tienen un choque importante ante Tottenham en Londres y el equipo fue una lágrima. En el minuto 54 entró Leo y cambió todo, metió un remate en el palo, le sacaron un tiro libre de la línea, hizo varias jugadas electrizantes y al final forzó el empate (la empujó Munir a la red). Le faltaron unos minutos para darle vuelta. Sin él no hay paraíso. Hay Messidependencia porque no se ve una línea de juego.

El Barça se ha convertido en una prisión para la fidelidad de Messi. El barco hace agua y solo se ve a un marinero nadando, con una soga arrastrándolo. Así, no va a andar. (O)

Hay 9 volantes para tres lugares: Rakitic, Busquets, Sergi Roberto, Arthur, Arturo Vidal, Coutinho, Denis Suárez, Rafinha, Sergi Samper. Diez si contamos a Messi, que es un volante de armado.