Colón descubrió América en 1492, “el mundo” descubrió Rusia en 2018. La inmensa mayoría del aproximadamente un millón de extranjeros que llegamos al Mundial, quedamos gratamente sorprendidos con el país anfitrión.

Esta tarde-noche en Moscú, mediodía en Colombia, Francia o Croacia levantarán la Copa, pero ya hay un primer ganador del Mundial: es la patria de Tolstoi y Dostoyevski. Dio una imagen formidable de país. Su torneo ha sido brillante, mucho más desde lo organizativo que desde lo futbolístico. Encantó a los visitantes, los impactó; un país adelantado, poderoso y culto, exactamente la antípoda de lo que siempre se pregona desde otros puntos del mapa.

Antes de conocer al campeón, un repaso de lo ya inmodificable en este Mundial.

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El triunfo. De las clases medias del fútbol. Los de abajo siguen abajo, aunque han mejorado en la confrontación con los grandes, se les han acercado en el juego, todavía no en los resultados. Los grandes pincharon: Alemania, Brasil, Argentina, España, Italia ni vino…

Inglaterra llegó a ‘semi’, pero se despintó feo ante Croacia y Bélgica, fue absolutamente decepcionante. Se advierte un claro ascenso de los Bélgica, Croacia, Suecia, Japón, Suiza, Serbia, Colombia, que bajó un peldaño en relación con el 2014, pero mantuvo un alto nivel de juego. Y esta vez casi sin James, faltaron sus seis goles de Brasil.

La sorpresa. La Selección de Rusia. Era la más baja del Ránking Mundial –puesto 70–, clasificó cómoda a octavos regalando buen fútbol, eliminó a España y a poco estuvo de tumbar a Croacia. Le faltó un penal. Si llegaba a semifinales, hubiera sido histórico. Igual, ponderable y auspicioso.

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El futuro. Si Croacia logra el título, puede surgir un nuevo orden mundial en el fútbol. Un país de 56.594 kilómetros cuadrados (exactamente un tercio de Uruguay) y 4’300.000 habitantes. El mensaje que encarnaría es que, si se atreven, muchos otros pueden.

La debacle. De las selecciones sudamericanas en general. Ningún representante ni en semifinales. Será el cuarto campeón europeo consecutivo. Se nos escaparon…

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Uno desearía que no sea más que una racha pasajera, pero no parece, nos quedamos. Ya venía en baja, pero en el Mundial anterior al menos nuestro continente tuvo al subcampeón (Argentina), al Balón de Oro (Messi) y al Botín de Oro (James). El único sudamericano en carrera es Pitana, un referí. Es como ganar la medalla de lata.

El colmo. Si a nivel colectivo ha sido pobre la actuación sudamericana, en lo individual no es mejor.

Ningún futbolista de nuestras selecciones integra el once ideal del torneo. Cero en todo.

La revelación. El VAR. Criticado hasta el hartazgo (los hinchas de fútbol viven aferrados al pasado como a un madero en medio del mar. Si por ellos fuera, volverían a jugar con la pelota con tiento), tuvo un debut impecable en el Mundial. Subsanó errores, impidió que hubiera escándalos arbitrales, se lo utilizó con mesura, no demora ni la mitad de lo que los agoreros pronosticaban, es sencillo...

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Los mismos que denostaban el VAR antes de empezar el Mundial de Rusia 2018 y decían que arruinaría el fútbol, ahora gritan pidiéndolo ante una jugada dudosa. Y este es el comienzo, puede mejorar todavía.

La frase. De Joseph Blatter, tenaz opositor de la tecnología aplicada al juego: “La polémica es la esencia del fútbol”. Ha vivido para ver que el video es una excelente solución. Y que la retrasó obcecadamente. La esencia es el juego, no los dislates arbitrales.

El palazo. Alemania defendía el título y era otra vez amplio favorito a repetir. Lo mandaron de vuelta en primera fase. Último en su grupo, perdió dos partidos de tres, con México y Corea del Sur. De la Alemania guerrera que siempre ponderamos, ni noticias. Y del equipo de gran funcionamiento, menos.

La caída. De Neymar. Las prontas salidas de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo le habían dejado servido el Mundial y el Balón de Oro. No destacó y además fue objeto de cientos de críticas, memes burlones por sus caídas permanentes, simulaciones y varias exageraciones.

Desde un perro al que le dicen “Neymar” y se tira al suelo, hasta chicos de una escuela de fútbol que van corriendo, también les gritan “Neymar”, se arrojan al piso y se retuercen. Nadie lo duda, es un crack, pero no madura. Y ya va para 27…

El bochorno. De España, que tuvo que destituir a su técnico Julen Lopetegui 72 horas del debut ante Portugal.

Lopetegui flirteó con el Real Madrid a espaldas de jugadores, dirigentes, hinchas. Y dos días antes del Mundial le dio el sí. El Real Madrid anunció la contratación a los cuatro vientos y el presidente de la federación lo fulminó.

Doce días antes, el Congreso destituyó al presidente de España por un tema de corrupción. Un doblete fuerte: el seleccionador y el presidente, a la calle. Muy tropical.

La novedad. Fue el VAR, pero hubo varias más. El cuarto cambio en el tiempo extra ayuda a que se mantenga el ritmo hasta el minuto 120 (muy bueno).

La clasificación a octavos de final por Juego Limpio en caso de igualdad de puntos y goles entre dos equipos. Pasa el que menos tarjetas rojas y amarillas tiene (excelente).

El nuevo reloj de la FIFA para compensar las pérdidas de tiempo. Dan hasta 3 minutos de adición al final del primer tiempo y 5 o 6 en el segundo (magnífico).

Las tarjetas amarillas se limpian tras los cuartos de final para que ninguna estrella se pierda de jugar la final (huuummmm…). Mbappé se salvó, recibió amarillas en cuatros de final y en semifinal, pero juega la final. Falta es falta.

El suceso. Las hinchadas latinoamericanas, por mucho (pero mucho) las más numerosas, coloridas, bullangueras y gastadoras. Nuestros dirigentes no deberían permitir que eso pase por alto en la FIFA. Son las que ponen el marco. Aunque no deja de ser otro premio consuelo como el de Pitana.

El bostezo. Los 1.174 pases que dio España la tarde en que fue eliminado por Rusia. Todos los pases hacia atrás y a los costados, sin sentido ni verticalidad. Un toqueteo inocuo, exasperante.

La limpieza. Se registraron apenas 4 expulsados en 63 partidos (6%), lo cual es récord para torneos de 24 y 32 equipos. Alemania 2006 tuvo 28, en Francia 98 hubo 22. Es muy ponderable.

Salvo Ante Rebic, el peligrosísimo delantero croata (un día va a causar una grave lesión), los futbolistas se portaron bien.

El recurso. Los goles de pelota parada, un método válido como cualquier otro: 60 de los 163 goles marcados en los primeros 63 partidos provinieron de penal, tiro libre, córner o incluso lateral. Un 37%. Muchísimos goles de cabeza. Y Yerry Mina fue el rey porque marcó más que ninguno en ese rubro: 3.

La final de hoy puede agregar varios ítems. (D)

La debacle. De las selecciones sudamericanas en general. Ningún representante ni en semifinales. Será el cuarto campeón europeo consecutivo.