Tuve intención de escribir sobre la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), pero al final decidía que hay temas más gratos. La vapuleada entidad que gobierna nuestro balompié y su presidente (fue 17 años vicepresidente en la ignominiosa era de Luis Chiriboga Acosta y nunca se le oyó la voz) tienen más problemas que el álgebra de Baldor. Mañana Carlos Villacís debe acudir a la Fiscalía a rendir su versión por presunta comisión del delito de desacato, al pretender burlarse de la justicia que había ordenado la invalidez del contrato suscrito con la empresa GolTV, de propiedad del muy conocido Paco Casal, calificado por el titular de Conmebol como “enemigo del fútbol sudamericano”.

Las travesuras de la FEF y sus asesores constituyen un capítulo histórico en la tragicomedia de nuestro balompié. Villacís ha arriesgado hasta su libertad en defensa de Casal y el contrato para televisar los partidos del campeonato nacional de fútbol, un contrato que los argentinos llamarían ‘trucho’. ¿Qué poderosos motivos habrían impulsado al presidente de la FEF para esta actitud casi suicida? Solo él y sus asesores podrían responder a esta pregunta que se hacen miles de ecuatorianos.

Pero no es de este bochorno que quiero escribir mi columna. Viendo por televisión el encuentro entre Independiente Santa Fe y Emelec he recordado aquel choque de agosto de 1949 entre estos dos clubes. El terremoto de Ambato del 5 de agosto de ese año provocó solidaridades internacionales. Era el primer año del famoso capítulo de El Dorado colombiano. Para reunir fondos de ayuda a las víctimas el entonces alcalde de Guayaquil, Rafael Guerrero Valenzuela, acudió al comerciante e industrial guayaquileño Mauro Mórtola para que intercediera ante los dirigentes de El Dorado, de modo que Santa Fe y Millonarios se presenten en Guayaquil.

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Cipriano Yu Lee, como portero de Emelec, fue el primero en atajar un penal en la historia de la Copa Libertadores. Se lo detuvo a Génaro Benítez, de Millonarios, el 7 de febrero de 1962.

Santa Fe llegó con sus estrellas argentinas Ángel Perucca, apodado El Portón de América, el exquisito centro forward René Pontoni, Héctor Pibe Rial, entre otros cracks, y con ellos dos grandes futbolistas nacionales que dejaron una huella en El Dorado: Jorge Chompi Enriques y Enrique Moscovita Álvarez. Santa Fe se impuso 4-1 al cuadro eléctrico que contaba con Félix Tarzán Torres, Atilio Tettamanti, Juan Avelino Pizauri y cuatro excelentes jugadores manabitas –Hugo Mena, Ricardo Chinche Rivero, Víctor Lindor y Júpiter Miranda– a los que recordamos la noche del jueves con tres periodistas del deporte de larga fama: Eduardo Tucho Velásquez (hoy vicealcalde de Manta), Carlos Barcia y Auro Palma. Carlos nos invitó a su programa en Canal Manabita y junto a Tucho hablamos largamente del fútbol.

El jueves anterior Emelec alcanzó un meritorio empate ante Santa Fe en partido que estuvo a punto de ganar en el último segundo, pero que pudo, también perderlo. En ambos casos los parantes y el travesaño fueron protagonistas.

Me vino a la memoria de inmediato ese gran arquero que tuvo el fútbol guayaquileño y ecuatoriano: mi querido amigo Cipriano Yu Lee Taysing. ¿Por qué el recuerdo de Cipriano? Porque fue él, portero de Emelec, el primero en atajar un penal en la historia de la Copa Libertadores. ¿Sabían los seguidores eléctricos este dato en esta era en que periodistas falsificados se empeñan en desacreditar el pasado? Emelec había ganado el campeonato nacional de 1961 y le tocó participar por primera vez en la Libertadores. La Conmebol lo ubicó en el Grupo 3, junto a Universidad Católica de Chile y Millonarios de Bogotá. Fue ante los colombianos, el 7 de febrero de 1962, cuando Yu Lee, un arquero ágil, de excelente ubicación, muy seguro, se paró frente a Genaro Benítez para recibir el fusilamiento. Sereno, esperó la ejecución y detuvo la pena máxima ante el aplauso de la multitud. La Conmebol reconoce esta acción como el primer penal atajado en la Copa. Emelec venció 4-2.

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En esa misma Libertadores Emelec volvió a ser protagonista de otra gesta victoriosa: el 7-2 sobre Universidad Católica de Chile, en medio de una tenue garúa que caía sobre el estadio Modelo Guayaquil. La prensa chilena, sobrada y despectiva, hablaba de Emelec como un equipo de tercera al que iba ser fácil vencer. Y los hechos iniciales parecían darle la razón. Un 2-0 a favor de la visita señalaba el marcador muy temprano en el partido, pero nadie contaba con la reacción de los locales.

Fue la noche gloriosa de Enrique Raymondi Contreras, que quienes estuvimos aquella jornada en el Modelo no hemos podido olvidar. Se paseó y se divirtió en ese partido como para marcar nada menos que cinco goles de todas las facturas, especialmente combinando con Carlos Raffo (con quien se entendió de maravilla desde aquel partido contra Municipal de Lima para celebrar el cincuentenario de la fundación del Patria). Enrique, apodado Maestrito, es el único futbolista de un equipo ecuatoriano que ha tenido el honor de ser goleador de la Libertadores. En ese 1962 marcó seis goles y empató en la tabla de máximos artillero nada menos que con Alberto Spencer, de Peñarol; y con Coutinho, del Santos, centrodelantero que construía las más bellas paredes con Pelé. Y ahora los sabios ‘tacticistas’ dicen que nunca antes hubo jugadores de calidad. Niegan a quienes ellos jamás vieron y pretenden dar cátedra de historia sin haber abierto jamás un diario antiguo.

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Van a cumplirse 60 años de la llegada de Raymondi al Patria que se proponía conformar un gran equipo para celebrar su 50º aniversario. Gregorio Esperón llegó para dirigir ese equipo y escogió a los refuerzos extranjeros. Los dirigentes fueron al ahora demolido estadio Ramón Unamuno y se fijaron en cuatro jugadores que había recomendado un respetable scout: Justo Nieto Iturralde. Entre ellos estaba Enrique Raymondi, que fue luego la gran figura del certamen, la revelación de 1958 y el goleador indiscutido.

En las próximas columnas voy a contar de ese equipazo que se formó bajo la presidencia de Carlos Eiser. De seguro los lectores van a disfrutar de esa narración y a recordar a muchas de las estrellas patricias que supieron conducir Esperón y Fausto Montalván. (O)