En marzo del 2016 Carlos Villacís asumió de modo oficial la presidencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), en pleno auge del escándalo llamado FIFAgate que elevó a la consideración universal la corrupción rampante en todos los estamentos del fútbol a nivel internacional. En esa alcantarilla que se destapó, gracias a la justicia suiza y a la estadounidense, con la cooperación del FBI, cayeron los jerarcas del balompié mundial, de varias confederaciones y de muchas federaciones nacionales, incluida la de Ecuador.

A Villacís lo perseguía –y sigue acosándolo– haber sido vicepresidente por casi dieciocho años del directorio que encabezaba Luis Chiriboga Acosta, hoy enjuiciado por varios delitos en Estados Unidos y condenado a diez años de prisión por lavado de activos en Ecuador, aunque sigue con arresto domiciliario hasta que se sustancia el último recurso que ha presentado.

Apenas posesionado, el actual presidente de la Ecuafútbol empezó a usar una palabra que hoy suena a letanía: transparencia. Intentó despegarse de su responsabilidad en los manejos de su antecesor –al que respaldó desde 1998– y prometió que todos sus actos y decisiones serían públicos, no solo para los clubes sino también para el periodismo y para los seguidores del balompié nacional.

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La promesa no fue cumplida y el país entero sabe que –ayer y hoy– lo que existe es lo contrario a la transparencia. Lo que impera alrededor de la FEF es opacidad, que es una circunstancia en la que un cuerpo determinado evita que la luz lo atraviese. Los analistas políticos en México usan el término desde hace muchos años para referirse a una situación en la que la información en el medio social es poco clara para impedir que se conozca la verdad.

Entre todos los escándalos que vive el país, derivados de la corrupción en el manejo del Estado en los últimos diez años, el más comentado es el de la cesión de los derechos de transmisión por televisión de los partidos del campeonato nacional y de los encuentros de la Selección. No porque sea el más relevante, sino por la popularidad del fútbol. Creo que se han derribado todas las barreras que impone el respeto a las leyes y a la tan alegada transparencia. El contrato con Francisco Casal y la empresa GolTV rebasa con largueza, en oprobio, al que Luis Chiriboga –con anuencia de Villacís y otros miembros del directorio de la FEF que aún ocupan cargos– celebró con los canales incautados TC Televisión y Gamatv para complacer a un gobierno ávido de propaganda.

Empecemos porque el llamado “concurso de precios” ha sido calificado de amañado por algunas operadoras de cable que han llegado a sostener que figuraron como intervinientes sin haber participado. Se dice hoy que GolTV entregó su oferta fuera del plazo y que hasta hoy presenta las garantías económicas. La empresa contratante es propiedad del uruguayo Paco Casal, un personaje de oscuros antecedentes. Basta entrar al internet para conocer sus andanzas como representante de futbolistas y sus negocios como empresario de televisión.

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En julio del 2017, en una reunión de la Confederación Sudamericana de Fútbol en la que estaba presente el titular de la FEF, cuando ya se conocía del negocio entre esta entidad y Casal, el presidente Alejandro Domínguez dijo para que lo oigan todos: “Hay gente que no cambió, enemigos del fútbol que se vienen moviendo para que la Conmebol no se modernice. Enemigos que no se ven porque nunca dan la cara (…). Les digo esto porque es importante que lo escuchen y lo repitan. Se acabó. Acá ya no hay lugar para trampas. No hay lugar para los Burzacos, los Jinkins o los Casales (dirigentes inmersos en escándalos de corrupción)”. En un boletín de prensa del 27 del mismo mes, la FEF defendió la postura de Casal asegurando que tenía todas las garantías necesarias para que GolTV cumpla sus compromisos. Hace pocos días, Villacís pidió a Conmebol que lo defienda. El dirigente del Manta FC aseguró el viernes último a este Diario que no es cierto que se hayan dado las garantías, pues la empresa de Casal debía entregar los avales financieros hasta el pasado 10 de enero y no lo ha hecho.

Las tinterilladas para incumplir la orden judicial, que declaró sin valor jurídico el contrato entre la FEF y GolTV y que ordenó un nuevo concurso de precios, constituyen la figura penal del desacato. ¿Qué motivo tan poderoso existe para que el presidente de la FEF haya despreciado la disposición judicial y arriesgue un enjuiciamiento penal y una orden de prisión? Las elucubraciones son muchas y todas dejan mal parado a Villacís. Eso de pasar por inocente y hacer creer que el juez ordenó que se convoque un concurso para el 2028 hasta el 2038 no es solo una tomadura de pelo; es una burla a la justicia del país y así debe tomarlo el juez.

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Según el propio presidente de la FEF, el contrato por diez años (que se renovará automáticamente por diez más) va a significar un ingreso de $ 276 millones para los clubes. Pero el viernes pasado un representante de la contratante (una empresa creada seis días después de firmado el contrato, con $ 12.500 de capital, que tiene dos socios, uno de ellos un taxista que aportó un dólar) dijo que esa cifra es la fija, pero que el ingreso total será de más de $ 640 millones. Todo esto después que la Ecuafútbol rechazó una propuesta de una empresa de cable que ofrecía $ 432 millones por “no estar lacrado el sobre” que contenía la oferta.

Todo lo que ha sucedido alrededor del contrato bien podría haber sido tomado por el escritor Mario Puzo (1920-1999), autor de El Padrino, para escribir una obra que sería un best seller en Ecuador. El presidente de la FEF es como un rey Midas, pero al revés. Midas fue favorecido por un dios con una condición particular: convertía en oro todo lo que tocaba. Nuestro dirigente convierte lo que toca en otra cosa menos valiosa que el oro: algo que nadie quiere ver y que origina un instintivo movimiento hacia las fosas nasales. Un ejemplo: recibió la Selección en primer lugar en las eliminatorias, con casi el 50% de los puntos para clasificar a Rusia 2018 y la entregó en el octavo lugar y en puesto 72 de la clasificación de la FIFA.

Y hay mucho, mucho más para comentar. Quizás toda la aventura la pudo haber continuado Puzo. (O)