No ha pasado mucho tiempo de la destrucción del estadio Ramón Unamuno, del gimnasio César Salazar y del coliseo Abel Jiménez por el gobierno que feneció –con la complicidad de la Federación Deportiva del Guayas– cuando otra noticia sacude la sensibilidad deportiva de los guayaquileños.

Con el propósito de levantar una estación terminal de la Aerovía, la maquinaria pesada ha iniciado la destrucción de la vieja piscina del Malecón. Es cierto que hace muchos años había dejado de funcionar porque nunca hubo preocupación por rehabilitarla debido a la despreocupación de anteriores administraciones municipales y de las autoridades del deporte de nuestra ciudad, pero era un símbolo de un ayer glorioso y de jornadas inolvidables de la natación ecuatoriana .

En esta hora de la defunción de un monumento deportivo porteño vale recordar que ese local fue la primera piscina donde se hizo natación de competencias y que fue la cuna de la Hazaña de Lima de Los Cuatro Mosqueteros del Guayas. Allí aprendieron a nadar y se convirtieron en estrellas Carlos Luis y Abel Gilbert, Ricardo Planas, Luis Alcívar Elizalde, Alberto Stagg, Fidel Miranda, Tomás Ángel Carbo, Leonardo Mármol, Pablo Coello, Cristóbal Savinovich, Oswaldo Reinoso y tantos nombres señeros.

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En Guayaquil solo había una piscina muy pequeña en la Escuela Modelo, más tarde Centro Escolar 9 de Octubre, donde no podían realizarse competencias debido a su tamaño. También existía otra piscina de grandes dimensiones no reglamentarias en el recordado American Park, la que se llenaba con las aguas del Salado en horas de pleamar. En 1928, el presidente Isidro Ayora pidió a la compañía White que realizaba las obras del saneamiento de Guayaquil que construyera una piscina como un regalo para nuestra ciudad en la que pudieran lucir sus habilidades una pléyade de nadadores que encabezaba Elí Jojó Barreiro. La compañía aceptó el pedido y destinó para la obra la esquina de Malecón y Loja, donde se ubicaba un garaje.

La piscina del Malecón empezó a funcionar en 1929 y con la dirección de Jacobo Nahón se inició el entrenamiento de jóvenes nadadores que pronto empezaron a disputar los torneos federativos en natación, saltos y polo acuático. Dos de aquellos deportistas, Luis Alcívar y Ricardo Planas, fueron en 1937 al campeonato Sudamericano de Montevideo, en la primera vez que el deporte ecuatoriano era representado oficialmente en un certamen internacional. Alcívar ganó medalla de plata en los 100 metros libre.

En 1938 ya los nadadores eran entrenados por Arduino Tomasi, quien llegó a Guayaquil en 1934 de paso a Buenos Aires. Nahón lo invitó a la piscina del Malecón y el adiestrador italiano quedó sorprendido de la calidad de los “peces” porteños y decidió quedarse. Nahón, un exnadador marroquí, y Tomasi, con el apoyo de Liga Deportiva Estudiantil, resolvieron enviar una delegación al Sudamericano de 1938 en Lima. Ante el asombro del continente, Ecuador, con solo el concurso de Alcívar, los hermanos Gilbert y Planas, quienes nadaron únicamente las pruebas de estilo libre, logró el título de campeón sudamericano, venciendo a equipos completos con experiencia olímpica. Esta circunstancia hizo que la actuación de los ecuatorianos se llamara para eternas memorias La Hazaña de Lima.

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En ese escenario que hoy es arrasado actuaron grandes estrellas como los recordistas mundiales Allan Lobito Ford y Adolph Kiefer, quien era, además, campeón olímpico en los Juegos de Berlín en 1936, y los representantes olímpicos James Tanaka, Kiyoshi Nakana y Takeshi Hirose. Muchos otros brillantes nadadores extranjeros compitieron en la piscina municipal y uno de los grandes momentos de nuestra historia deportiva fue la victoria de Carlos Luis Grillo Gilbert ante Allan Ford en los 400 metros libres.

Habría bastado un poco de memoria y sensibilidad para preservar este monumento como ejemplo de la gloria conseguida, especialmente en estos tiempos en que el deporte guayaquileño pasa por su peor momento, desaparecidas muchas ramas del deporte y destruidos casi todos sus escenarios. Pero, además, la piscina del Malecón era patrimonio nacional y no podía ser destruida.

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Confiamos en que el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, ponga freno a la demolición de esta fuente de recuerdos de tiempos mejores cuando nuestra ciudad era la Capital Deportiva del Ecuador y restaure lo destruido. Tal vez podría aspirar a que impulse la rehabilitación de la pileta y que entregue su administración a alguna agrupación que quiera cuidarla y mantenerla. (O)