Los expertos discuten qué tipos de recompensas necesita el organismo humano para así conseguir equilibrar la parte emocional de cada cual. Significa que todos nosotros necesitamos incentivos psicológicos y emocionales y tratándose de hombres públicos, ellos viven permanentemente condicionados a que sus actuaciones sean susceptibles de ser enjuiciadas y criticadas. Y sucede en la práctica que quienes más se someten a la censura de sus actos y aprecian dichos juicios son aquellos que suelen rectificar su pensamiento y proceder.

En nuestro fútbol llegan cada cierto tiempo directores técnicos extranjeros que tratan de vendernos la idea de que la opinión de la prensa no les aporta nada a ellos y esa es razón suficiente para no consumirla.

Esta descoyuntura intencional, que es opuesta a principios dialécticos, impide crear –entre quien subestima la crítica y el beneficiario de las conclusiones puntualizadas en el núcleo de la discusión– la posibilidad de discernir de forma adecuada. Evitar estos enfrentamientos conceptuales puede ser resultado de no tener valor para hacerlos, o porque la soberbia les impide ver el estadio del razonamiento.

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El caso del entrenador Gustavo Quinteros rebasó la barrera del sentido común y, en una actitud aberrante, llamó “idiotas” y “detractores de la patria” a todo periodista que osare criticar su trabajo con nuestra Selección en las eliminatorias a Rusia. No muy lejano está el caso del actual técnico del campeón ecuatoriano, Emelec, que en una actitud extraña no compareció media temporada a las ruedas de prensas en Ecuador, aunque sí lo hizo para el periodismo extranjero.

En ese periodo védico impuesto por Alfredo Arias, que se inició el 9 de julio anterior, coincidió con el mal funcionamiento del equipo azul, hasta cuando consiguió el objetivo de clasificar a la final de campeonato. Esa decisión para creerse dueño de su silencio y no esclavo de sus palabras, no tienen nada que ver con aquel proverbio hindú, que explica, que “cuando las circunstancias exijan dar explicaciones, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Cómo entender a don Alfredo, cuando tratando de explicar su ausencia en las entrevistas o ruedas de prensa, diga: “A mí no me afectaba. Yo no veo programas deportivos ni compro diarios”.

Hoy, con el gran triunfo en las manos, trata de convencernos de que la crítica no le interesa, que no escucha radio, ni ve programas deportivos, ni lee diario. Yo le preguntaría ¿y cómo será entonces que se entera que lo critican? Decir que el pensamiento periodístico del país donde trabaja hoy no le aporta nada, y que por esa no lo consume, significa –hilando fino– frases que son denuestos. Desde mi tarima en el quehacer periodístico las rechazo porque concibo que los hombres públicos están expuestos a las críticas. Como lo recomendaba el escritor suizo Friedrich Dürrenmatt: “Uno está expuesto a la crítica como a la gripe”.

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Y un técnico de un equipo tan popular como es el actual campeón Emelec, es un hombre expuesto a la crítica y por ello debe estar preparado e interesado en lo que opina de él. ¿Es acaso que un diseñador de modas o un director de cine, y para llegar más alto, se pudiera considerar que un presidente de una república, no se interese por la crítica y por ello no escuche ningún medio de comunicación porque no le aportan nada? Bueno, casi todos conocemos cómo terminan aquellos.

La historia ecuatoriana nos cuenta una hermosa anécdota sobre el expresidente Galo Plaza Lasso (1948-1952), muy criticado por sectores del periodismo –de tendencias de izquierdas y sobre todo de opositores–, cuando se publicaba la revista Momento, dirigida por Carlos Guevara Moreno. Se cuenta que un emocionado colaborador de Plaza Lasso le informó que Momento iba a dejar de circular por la escasez de papel. El presidente, ante la sorpresa de sus colaboradores, dispuso que se le envíe a la revista opositora al régimen todo el papel que requiera para que pueda circular. Plaza Lasso invitó, antes de terminar su mandato, a una de las plumas más críticas que escribía en esa revista y ahí le pudo enseñar que guardaba toda la colección de Momento porque en ellas descubría los errores que normalmente le ocultaban los círculos que se creaban alrededor del poder.

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Con ese ejemplo para qué más lección de la importancia de estar enterado y reconocer que la crítica es válida para modular cualquier actividad.

Quinteros, a quien lo terminó subyugando la soberbia, nunca quiso aceptar los errores que tuvo de palabra, obra y omisión y se marchó sin despedirse. Quinteros supo que todo el afecto que tenía lo descapitalizó, por eso se fue consciente de que no hay despedida que aquella que está llena de indiferencia.

El caso de Quinteros se sintetiza porque él convivió con la desesperación de ocultar el fracaso eliminatorio e intentando convencernos de que lo hacía para que no le afecte al grupo de jugadores. Utilizó una posición mentirosa y desvirtuada porque todos conocíamos que sus berrinches y rabietas contra la prensa eran porque habíamos descubierto el desgobierno que tenía con los seleccionados.

Don Alfredo Arias todavía no llega a esas instancias; además, hoy disfruta del triunfo y crece más su ego con las frases que el presidente eléctrico Nassib Neme estratégicamente menciona: “El título es un mérito grande de Arias y su cuerpo técnico, y especialmente los jugadores”.

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En todo caso, el DT Arias fue sincero cuando el último 2 de diciembre compareció ante la prensa “por petición de los jugadores y el presidente Neme”. Al menos eso demuestra que Arias tuvo atrás futbolistas y presidente que conocen que es importante comparecer ante la prensa, en las buenas y en las malas. Aunque ese día Arias sabía que aceptaba concurrir porque estaba en horas buenas.

En fin, cada cual tiene derecho en escoger el camino que recorre. Yo me quedo con aquel pensamiento que dice: “Los hombres públicos están permanentemente expuestos a las críticas”. Aumentar la seguridad en uno mismo ayudará a poder evaluarlas, sin percibirlas como una agresión y admitirlas para aprender de ellas.

Decir que el pensamiento periodístico del país donde hoy trabaja no le aporta nada es un denuesto. Desde mi tarima lo rechazo; los hombres públicos están expuestos a las críticas. (O)