¿Hay el socialismo del siglo XXI? ¿o los socialismos de este siglo?

Heinz Dieterich

La expresión “socialismo del siglo XXI” la introduce el sociólogo y escritor alemán Heinz Dieterich Steffan, residente en México e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de la capital mexicana.

Se apropió de la frase el presidente Chávez en el V Foro Social Mundial, en el año 2005.

Después de la caída de los modelos socialistas de Europa del Este, para Dieterich había que recuperar los valores del marxismo viabilizándolos desde el desarrollismo regional, con democracia participativa y protagónica y con organizaciones de base.

Para Dieterich, el proceso cubano tenía las virtualidades de su lealtad a los principios revolucionarios, pero con problemas de renovación de cuadros y una economía sin mayor posibilidad de recomponerse por varias circunstancias, entre estas el bloqueo del gobierno norteamericano.

En cambio, el Chávez de 1999 –de 45 años de edad– con la riqueza petrolera de Venezuela y un carisma extraordinario podía asumir el rol protagónico.

Dieterich acompañó a Chávez hasta el año 2007 y se alejó señalando discrepancias que se fueron produciendo por laYo quiero creer en la reflexión antes que en el desborde de la pasión. profundización del caudillismo en Venezuela, por el abandono de principios ideológicos, y porque a las organizaciones de base se les privó de su razón de existir, cual debió ser convertirse en expresión participativa, para deformarlas a lo que son, grupos que deben movilizarse a fin de enfrentar a los que confrontan con el poder ejercido en forma absolutista.

Dieterich acusó entonces la existencia de una burocracia de Miraflores, sede del gobierno venezolano, de comportamientos de corrupción y de alejamiento de lo que debió ser la esencia del socialismo del siglo XXI, conjugar igualdad con libertad.

El pajarito chiquitico

Dieterich no duda de que en la próxima elección de abril, la primera opción la tiene el candidato Maduro, pero ha expresado que este es un “político convencional que nada tiene de revolucionario”.

Siempre los pueblos han expresado ante grandes pesares su solidaridad en el voto, a más de que Maduro maneja las cuentas del petróleo de Venezuela que le permite ofrecer todo lo que se le ocurra y eso en la coyuntura estará encima de la real escasez y el encarecimiento de bienes de subsistencia y de la gravísima inseguridad en ese país.

Pero, además, Maduro recoge el sincretismo religioso que en los últimos tiempos caracterizó al presidente Chávez, cuando habían dejado atrás las frases del 2007, dirigidas a los obispos venezolanos: “Les recomiendo a los obispos que lean a Marx, a Lenin, que vayan a buscar la Biblia para que vean el Socialismo en sus líneas, en el viejo y nuevo testamento”.

Por eso, lo del “pajarito chiquitico” que le silba a Maduro en el templo, recoge la simbología del bautismo de Jesús por Juan Bautista en el río Jordán, que relata el evangelista Marcos “mientras –Jesús– subía del agua, los cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió sobre él como paloma; y se escuchó una voz desde el cielo: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.

Los borrachos, los niños y Mujica

Un tuit de @piter_kant que se reproduce en El Comercio del viernes 5 de abril, expresa: “Los borrachos, los niños y Mujica siempre dicen la verdad”.

Esto, por lo que Mujica habría dicho: “Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, esta es terca”, refiriéndose reservadamente a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y al expresidente Kirchner, el pasado jueves 4 de abril, que se pudo escuchar por un micrófono abierto en un conversatorio, en el que participaba el presidente uruguayo.

Con sencillez y ninguna hipocresía, Mujica ha señalado que no expresó públicamente lo señalado, sus palabras han sido “Yo no les voy a dar pelota ni voy a recorrer el mundo aclarando nada. Que inventen los bolazos que quieran”.

La referencia es porque en Latinoamérica hay gobernantes socialistas que fueron perseguidos, torturados y encarcelados, por dictaduras represivas y fascistas, que en el ejercicio de sus gobiernos defienden la libertad y el derecho de los que discrepen con ellos a expresarse libremente, y respetan a las instituciones y los espacios de información y opinión aun cuando sean críticos de sus decisiones y acciones.

En los hechos, son formas ejemplares de socialismo del siglo XXI, ahí están la expresidenta Bachelet en Chile, la presidenta Dilma Rousseff, de Brasil, –como su antecesor Lula–, y el presidente Mujica, de Uruguay.

Se dice que el que sufre en carne propia la represión y el presidio y llega al poder, tiene dos posibilidades, o hacerle lo mismo a otros, o repudiar su práctica y gobernar en democracia y libertad. Esta última fue la opción de los gobernantes mencionados.

Y en el Ecuador

Yo quiero creer.

Creer en la reflexión antes que en el desborde de la pasión.

Creer que vamos a salir de este laberinto que cuando un fiscal o juez no se apega a las intenciones del entorno gobernante debe ser tachado de corrupto, prevaricador o, por lo menos, de timorato; y, lo contrario, cuando el fiscal o juez coincida con dicho entorno necesariamente sea un sometido al poder.

Creer que superaremos la soberbia de algunos de que su espacio de poder será para siempre.

Creer que los que ocupan dichos espacios de poder privilegiarán caminar algún día en las calles de la patria sin sirenas y sin escoltas.