MONTERREY, México

Mi visita a México durante la semana pasada me recordó una de mis citas favoritas de mis días en Beirut. Fue cuando una camarera les preguntó a sus comensales durante la guerra civil de Líbano: “¿Les gustaría comer ahora o esperar al cese al fuego?” Una de las lecciones tanto de México como de Líbano es cuán irreprimible es el espíritu humano; que sin consideración a cuán violento se vuelva un país, la gente se adaptará y correrá riesgos para innovar o lograr ganancias o ir a la escuela o meramente divertirse.

Esa es una razón clave por la cual México está haciendo algo similar a un regreso en últimas fechas. No está en claro si logrará regresar de una manera sostenible. México aún tiene enormes problemas: sofocantes monopolios en energía, telecomunicaciones y medios de comunicación; un débil sistema educativo hasta el bachillerato; carteles violentos; y policía y poder Judicial corruptos. Juntos, mantendrán las perspectivas de México obstruidas si no se resuelven, pese al espíritu humano.

Dicho eso, es de utilidad ver lo que México ha hecho bien, pese a sus problemas. Las primeras dos cosas tuvieron que ver con acciones del gobierno: mejor educación superior y políticaUna de las lecciones tanto de México como de Líbano es cuán irreprimible es el espíritu humano; que sin consideración a cuán violento se vuelva un país, la gente se adaptará y correrá riesgos para innovar o lograr ganancias o ir a la escuela o meramente d macroeconómica. La tercera ocurrió de manera natural. Es cuando una masa crítica de juventud “sencillamente no se entera”; no se entera de que el gobierno es un caos o que China va a comerse su almuerzo o que las calles son demasiado peligrosas. Más bien, aprovechan la manera en que internet y la globalización promueven el poder individual y oportunidades para empezar cosas y colaborar en cosas realmente a precios bajísimos; y ellos simplemente lo hacen. Examinemos las tres.

Con base en el Banco Interamericano de Desarrollo: Pese a la debilidad de México en la educación hasta el bachillerato, en los últimos 10 años, México duplicó el número de instituciones públicas de educación en nivel preparatoria, y muchas están dedicadas a ciencia y tecnología. Actualmente se gradúan de ahí muchos más ingenieros. El 19 de septiembre, el diario The Financial Times informó que “con base en Unesco, el número de ingenieros, arquitectos y otros en disciplinas relacionadas con la manufactura que se gradúan de universidades mexicanas ha subido de casi 0,4 por cada 1.000 personas en 1999 a más de 0,8 actualmente. El número de Estados Unidos correspondiente al mismo periodo se ha mantenido casi sin cambios, en 0,6 por cada 1.000 personas”. Esa es una de las razones por las cuales México se convirtió en 2012 en uno de los mayores exportadores de servicios de tecnología informática en el mundo, acercándose a países como India, Filipinas y China.

En cuanto a la economía, Richard Fisher, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, lo resumió en un discurso del 2 de noviembre, cuando dijo de México: “Entre 1975 y 2000, hubo una crisis tras otra: en 1976, 1982, 1985-88 y 1994”. Pero, gracias a una serie de reformas monetarias y fiscales, argumentó Fisher, los signos vitales de la economía mexicana se ven mucho más saludables. “El déficit de Estados Unidos equivale a 7 por ciento del producto interno bruto”, dijo Fisher. “El déficit de México equivale aproximadamente a 2 por ciento de su PIB”. En el ínterin, agregó, Estados Unidos “está creciendo lentamente, detenido por la deuda y la penetrante incertidumbre ocasionada por los desequilibrios fiscales de nuestra nación y creciente complejidad reguladora. México, por contraste, está creciendo robustamente, y, contrastando con sus homólogos en Washington, los legisladores mexicanos están demostrando un compromiso notable con la disciplina fiscal”.

En cuanto a la generación “solo hazlo” de México, yo lo diría así: Monterrey tiene decenas de miles de pobres viviendo en caseríos miserables. Han estado ahí por décadas. Sin embargo, lo nuevo es que esta ciudad, el Silicon Valley de México, ahora también tiene una masa crítica de jóvenes, confiados innovadores intentando resolver los problemas de México, apalancando tecnología y globalización.

Conocí a unos cuantos de ellos: estaba Raúl Maldonado, fundador de Enova, que ha creado un programa después de la escuela de aprendizaje mixto –un maestro e internet– para enseñar matemáticas y lectura a niños pobres y alfabetización informática para adultos. “Hemos graduado a 80.000 personas en los últimos tres años”, me dijo. “Planeamos lanzar 700 centros en los próximos tres años y llegarles a seis millones de personas en los próximos cinco”. Estaba Patricio Zambrano de Alivio Capital, quien ha creado una red de clínicas dentales, ópticas y de audición para suministrar alternativas de bajo costo para las tres, además de préstamos para atención hospitalaria para personas sin seguro. Estaba Andrés Muñoz Jr., de Energryn, quien demostró su calentador solar de agua que también purificaba agua y podía cocinar carne. Estaba el administrador de Cedim, nueva empresa que ofrece una “maestría en innovación de negocios”. Y estaba Arturo Galván, fundador de Naranya, empresa de internet móvil que ofrece una gama de servicios, incluidos micropagos para consumidores en la base de la pirámide.

“Todos hemos estado aquí durante muchos años, pero pienso que la confianza está empezando a darse”, dijo Galván. “Empiezas a ver los modelos a seguir que empezaron de cero y ahora van a salir al público. Somos bastante creativos. Tuvimos que enfrentar muchos desafíos”. Debido a eso, agregó, “ahora somos fuertes, creemos, y el ecosistema de innovación está ocurriendo”.

Naranya se basa en la palabra castellana para “naranja”. ¿Por qué ese nombre?, le pregunté a Galván. “'Apple’ ya estaba apartado”, respondió.

© The New York Times 2013.