El papa Benedicto XVI demostró durante sus ocho años de pontificado su pasión por la música clásica, su compañera de viaje, y especialmente por el compositor vienés Wolfgang Amadeus Mozart.
Durante un concierto en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, el 7 de septiembre del 2010 en el que se interpretó la misa de Réquiem en Re menor K 626 de Mozart, el pontífice –del que se sabe toca a menudo el piano– declaró que esa pieza musical le llevaba a mirar serenamente a la muerte.
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El papa explicó que el Réquiem nos conduce, al mismo tiempo, a amar intensamente las cosas de la vida terrenal como los dones de Dios y a elevarse sobre ellas, mirando serenamente la muerte como la llave para cruzar la puerta hacia la felicidad eterna.
La admiración del pontífice por el austríaco le llevó a exclamar: “en Mozart cada cosa está en perfecta armonía, cada nota, cada frase musical y no podría ser de otra manera”.
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“Es un don de este de la gracia de Dios, pero también es el fruto de la viva fe de Mozart, que, sobre todo en la música sacra, logra transpirar la luminosa respuesta del amor divino, que da esperanza, incluso cuando la vida humana está lacerada por el sufrimiento y la muerte”, añadió.
Con motivo de su 80º cumpleaños, el 16 de abril del 2007, rodeado de sus compatriotas alemanes que acudieron a Roma a felicitarle y disfrutar de su pasión por la música, el papa asistió a un concierto en su honor que dio la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, dirigida por el venezolano Gustavo Dudamel, que organizó el Vaticano en el Aula Nervi.
Tras el concierto, en el que se interpretaron piezas del compositor italiano Giovanni Gabrieli, el Concierto para violín Nº 3 de Mozart y la Sinfonía Nº 9 del Nuevo Mundo de Antonin Dvorak, el papa leyó un mensaje en el que expresaba su agradecimiento por haber tenido en su vida a la música “como compañera de viaje”.
En el texto recordó que su familia le acercó en su infancia a esta fuente de inspiración y serenidad. “Estoy convencido de que la música, y aquí pienso en el gran Mozart y naturalmente en otros compositores, es el lenguaje universal de la belleza, capaz de unir entre ellos a los hombres de buena voluntad”, reiteró sobre el compositor.
Durante una audiencia el 21 de mayo del 2008, al referirse a que “si la fe sigue viva, también la cultura cristiana se convierte en algo vivo y presente, y no en algo del pasado”, el papa Benedicto XVI volvió a referirse a Mozart. Para explicar su concepto, Benedicto expresó: “las catedrales no son monumentos medievales, sino casas de vida donde nos encontramos, y que el gregoriano o la música de Bach o Mozart escuchada en la iglesia no son cosas del pasado, sino que viven en la vitalidad de la liturgia y de nuestra fe”.
El papa aludió también a los sones maravillosos en otro concierto celebrado en su honor en el palacio pontificio de Castel Gandolfo el 4 de septiembre del 2007, ofrecido por la orquesta alemana Bamberger Symphoniker, dirigida por Jonathan Nott, con motivo de la celebración de los mil años de la arquidiócesis alemana de Bamberg.
Luego de escuchar la Quinta Sinfonía de Schubert y la Séptima Sinfonía de Beethoven, Benedicto XVI relató que las dos sinfonías le hicieron “olvidar” las preocupaciones cotidianas y le transportaron al mundo de la música.