La pintora guayaquileña María Verónica León Veintimilla empezó a trabajar en el videoarte en el 2004 en Europa, un continente en el que se radicó a fines de la década del noventa.

Lo hizo, según dice, para dar movimiento y brindar una nueva lectura visual a sus imágenes. Ahora está totalmente integrada a esta modalidad creadora, aunque no se desvincula de la pintura y de otros géneros que de igual modo le interesan.

“El videoarte surgió en los Estados Unidos y Europa a principios de 1960 y rápidamente influenció las grandes corrientes de la época”, dice, como buscando explicar los orígenes de esta manifestación artística, que ocupa su atención.

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Su primera incursión en el videoarte se tituló El aire del templo, un trabajo que fue seleccionado para exhibirse en La Noche Blanca de París.

Fue un homenaje al arte del Renacimiento y hacía referencia a los frescos de la Italia renacentista. “Mi idea fue proyectar las obras en pantallas aéreas en una especie de templo sagrado abierto a la observación de todos, sin paredes ni puertas que cruzar”, relata León, quien tras más de una década de residir en Europa vive ahora en Estados Unidos.

Ese primer trabajo era como una celebración de manera interactiva de ese gran momento de la historia del arte.

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León, que estudió arte en la Universidad Central de Quito y trabajó con el maestro Oswaldo Guayasamín en los murales de la Capilla del Hombre, creó en el 2005 Los espejos de Venecia y otros trabajos, que eran representaciones audiovisuales contemporáneas, videos filmados entre Francia, Ecuador, Estados Unidos e Italia, y ese mismo año presentó en Guayaquil, en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), una serie de videoarte.

León dice que aunque el video venía protagonizando durante años las ferias y las actividades de arte más importantes del mundo, y su presencia se iba intensificando y diversificando, los soportes de proyección eran, en su mayoría, del mismo tipo: superficies planas, pantallas comunes.

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Por ese motivo, ella pensó en nuevas posibilidades de recepción de la imagen que reemplazaran la clásica pantalla.

Fue así que tomó como soporte para proyección lavadoras, refrigeradoras y más objetos. Los sacó de su contexto habitual para ubicarlos en otro ángulo en una función distinta. “La lectura de la imagen es igualmente nítida, y se puede graduar el tamaño, creando sorprendentes realidades lúdicas y mágicas”, explica León, quien por estos días visita su ciudad natal.

En el 2007, en la Bienal de Venecia expuso su trabajo al que llamó videopoesía, pues mezclaba poemas de su autoría que fusionaba con imágenes seleccionadas y líneas poéticas a manera de subtítulos.

En el 2009 creó su primer videolibro titulado Café de Flore. “Es escritura sobre imágenes en movimiento. Se trata de una obsesiva historia de amor. La confrontación entre el amor y el dinero”, relata.

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En esta obra aparecen por primera vez los números, que luego los incorporó a las diversas disciplinas de su trabajo: dibujo y pintura, etcétera.

“Fue el inicio de una importante reflexión sobre los números en el arte”, dice León, quien junto con artistas y reconocidos diseñadores (Carolina Herrera, Giorgio Armani, entre otros) intervinieron, en el 2008, en una exposición organizada por la Unicef, en el Petit Palais, Museo de Bellas Artes de París.

En el 2011, en varios espacios de la capital francesa utilizó lienzos y telas para la proyección de los videos. De esta forma, dice, encontró respuesta a su inquietud inicial en su trabajo de video.

“La proyección sobre tela me dio la impresión de ver pinturas sobre lienzo en movimiento, una mágica sensación que es la motivación principal de esta larga e interesante exploración”, refiere la artista. En noviembre pasado participó en la muestra titulada De la máscara al espejo, retrato, autorretrato y autorrepresentación, realizada en Quito.

Uno de sus últimos trabajos es Acqua Video, en el que realiza un registro visual de este elemento en la cotidianidad de la gente. Y ella, en el día a día, sigue explorando. María Verónica León es una artista que no suele permanecer quieta.