La paz es un fin básico para la convivencia humana, no por gusto es considerada como misión y mandato para la vida entre y el interior de las naciones. La ONU, por ejemplo, establece el derecho a vivir en paz como uno de los derechos humanos fundamentales. Garantizar la paz y la convivencia pacífica de los niños y jóvenes no debe ser solo una buena intención sino esencialmente un principio humano que rige nuestras sociedades.

A propósito del caso de la matanza en la escuela Sandy Hook de Estados Unidos han surgido varias discusiones sobre la tenencia o no de armas, sobre la necesidad de tener leyes más estrictas y un mayor control estatal al respecto, incluso sobre buscar alternativas de protección, como el comprar mochilas antibalas para los niños. Sin embargo, es esencial asumir la violencia dentro y fuera de los colegios como un problema sistémico y por tanto que demanda múltiples miradas y esfuerzos.

Una educación para la paz y la tolerancia implica asumir que la escuela es uno de los espacios primordiales de socialización que tienen los niños y por tanto es dentro de la escuela en donde aprendemos a convivir. El problema es cuando fuera de la escuela la realidad es otra. Miremos los países de Latinoamérica en donde la violencia cada vez aumenta (en vez de decrecer) y esto, si bien se debe a factores asociados a la inseguridad, a la incapacidad de incluir socialmente y de manera equitativa a todos los grupos, en especial los jóvenes, incluso debido a situaciones de guerra (desde las más feroces hasta las más urbanas como las guerrillas, las bandas de narcotraficantes, etcétera), lo cierto es que nuestra región se ha convertido en una zona cada vez más violenta y entonces es difícil pensar que esto no se va a reflejar dentro de la escuela. Abordar esta temática se torna fundamental.

Adicionalmente está el tema de la salud mental, que si bien explica (en mucho de los casos) el porqué se dieron situaciones tan dramáticas, como la que acabamos de ver en Estados Unidos, lo cierto es que cada vez más el crecimiento de los niños tiende a carecer de espacios de apego y cariño fundamentales para su desarrollo emocional. Según datos de la Unicef, los niños buscan en los padres más presencia y estima, y por otro lado están los bienes materiales que son la razón (que los padres declaran) para explicar el porqué trabajan cada vez más intensamente. Por tanto, existe cada vez más una desconexión entre lo que los padres buscan y lo que los niños demandan.

Finalmente, están los medios de comunicación y los juegos, que si bien han desarrollado cada vez más contenidos altos en violencia, no pueden ser la única explicación para observar estas dramáticas situaciones. Más que controlar a los videojuegos, hay que insistir en una educación para los medios capaz de entregarles a los padres y los niños las herramientas concretas que permitan discriminar entre aquello que es beneficioso y aquello que no.

La paz es el resultado de un proceso amplio basado en la tolerancia y la búsqueda profunda de convivir. Es el producto de un proceso integral en donde la escuela, la familia, el entorno y los medios nutren a los niños y jóvenes y, por tanto, no puede quedar al libre albedrío de las buenas voluntades nada más. Sobre eso tenemos que aprender y actuar.