La semana anterior nos reunimos con sacerdotes, laicos y religiosas del País Vasco, guiados por el obispo don Mario Iceta, representante de las tres diócesis vascas, para agradecerles –la gratitud es humana y cristiana–. La vida eclesial actual, especialmente en Los Ríos, Manabí y El Oro, se consolidó con la ayuda del grupo misionero vasco.
Pío XII, gracias a la disponibilidad del clero incardinado en la entonces Diócesis de Vitoria, abrió nuevos horizontes a la identidad y al servicio del clero diocesano.
Hasta entonces los sacerdotes incardinados en una diócesis no estaban disponibles a servir fuera de su territorio. Los sacerdotes de órdenes o congregaciones religiosas, no estando ligados a un territorio, pueden ser enviados a otro territorio. Pío XII, de acuerdo con el obispo de Vitoria, don Carmelo Ballester, encomendó a esa diócesis la atención pastoral en la provincia de Los Ríos .En 1948 llegaron, entre otros sacerdotes vascos, Máximo Guisasola, Luis Alberdi, Víctor Garaygordobil. Posteriormente se integraron religiosas y laicos, como el artista Peli Romanategui.
En todo pueblo hay huellas impresas por el Creador. La clarificación de estas huellas, ya iniciada en la evangelización en siglos anteriores, fue perfeccionada por el grupo misionero vasco; en las provincias civiles de Los Ríos, El Oro, Manabí. Señalo algunas realidades, en las que influyó el grupo misionero vasco:
1. La convicción de que el respeto fraterno ayuda a integrar cualidades y a aceptar correctivos, sin confundir expresiones discrepantes con ofensa.
2. La búsqueda cada vez mayor del crecimiento de nuestra identidad, ajena a la mera copia pasiva de la identidad vasca.
3. Los misioneros descubrieron, a veces con dificultad, que no hay pueblos modelo con todos los valores, sino algunos valores diversos en cada pueblo.
4. No se esforzaron en trasplantar la Iglesia, a imagen y semejanza de la de su país, sino en ayudar a edificar la Iglesia una, pero en Ecuador.
5. Mostraron que la Iglesia es una en la diversidad, no tanto en la uniformidad.
6. Fomento de las pequeñas comunidades cristianas, en las que los laicos pueden conocerse, expresarse, ejercer derechos y obligaciones.
7. La planificación de los servicios pastorales, inicialmente propuesta por ellos, posteriormente hecha por nosotros, también, con su aporte.
8. Fomento de la teología de la liberación, elaborada desde la realidad de América Latina, iluminada con la Palabra de Dios y el magisterio eclesial con elementos plenamente cristianos. Esta teología: -orienta a servir preferentemente, no exclusivamente, a los pobres; -movidos por el amor, no por la violencia;
-une la conversión de la conciencia con el cambio estructural.
En otras latitudes surgieron otras teologías de liberación de corte marxista. Como todo cambio molesta a los beneficiados por una situación, estos se alejaron de algunos misioneros vascos, identificando la teología de la liberación con elementos anticristianos, como la violencia y la afirmación que la salvación viene de la base, del cambio de estructuras.
8. La formación de apóstoles laicos.
9. Obras de arte de grande valor, como los vitrales y mosaicos de Peli Romanategui, en Manabí.