Opinión internacional |
ARGENTINA
A poco de estudiar historia nos hacen conocer la teoría pendular de Giambattista Vico, filósofo napolitano que vivió a caballo de los siglos XVII y XVIII: la historia es un péndulo que va y viene, un eterno corsi e ricorsi que se repite interminable, una vuelta en círculos que una y otra vez vuelve a donde estaba, como dicen que pasa en el desierto si uno no se sabe orientar. También conocemos, pero esta vez por experiencia personal, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra: precisamente porque vuelve a pasar por donde no debía y tiene una tara genética para olvidarse de sus errores: lo que los psicólogos llaman negación, pero en este caso es un fenómeno colectivo.
Lo que quizá no sabemos tanto es lo que dijo hace 20 años Lorenzo Miguel, el sindicalista argentino, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, cuando echaron a la calle a 10.000 empleados de la mayor siderurgia nacional y el proceso de privatización ya era irreversible. “No se preocupen muchachos, dentro de 20 años volverá a manos del Estado”.
En estos días la presidenta argentina (se dice peronista de pura cepa) está dando muestras parecidas. Seguidora de Vico y de Lorenzo Miguel, ha hablado con nostalgia del Rastrojero, del Pulqui y de SEGBA. El Rastrojero fue un carro utilitario argentino que se fabricó entre 1952 y 1979 en una fábrica de aviones del Estado: la creatividad, aguzada por las penurias económicas, lo terminó convirtiendo en taxi. El Pulqui fue el noveno avión de combate a reacción que se construyó en el mundo. El primer prototipo es de 1947 y el segundo voló hasta 1959. SEGBA es la sigla de Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires, la gigantesca empresa estatal que abastecía de electricidad a la mitad de la Argentina, la que vive en la Ciudad de Buenos Aires y ancho cinturón urbano. En 1992, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, SEGBA se privatizó dividida en siete empresas diferentes.
Nostalgia por nostalgia, les recuerdo que en los últimos 20 años y desde que Lorenzo Miguel dijo lo que dijo, en la Argentina se privatizaron las carreteras, los ferrocarriles y el subterráneo de Buenos Aires; los aeropuertos, las líneas aéreas, la flota fluvial y la marina mercante, la siderurgia, el petróleo, la producción y el transporte de la energía, la minería, la telefonía, los bancos provinciales, el banco hipotecario, la caja de ahorro, el correo, la explotación de los parques nacionales, los hoteles de turismo y hasta el mantenimiento de los espacios públicos… Pero Lorenzo Miguel sabía más de billetes que de historia y de las teorías de Vico. Lo que sabía es que esas privatizaciones sirvieron a Menem (que también se dice peronista de pura cepa) para hacer caja. En aquellos años se decía que el riojano estaba vendiendo las joyas de la abuela, esas que manotean del alhajero los nietos necesitados en pleno velorio. Buena metáfora, sobre todo para significar que ahora no quedan recursos para hacer caja. Pero ya les decía que la creatividad en tiempos de crisis se agudiza: ahora se expropian por razones de utilidad pública y se saquean sus cajas para las necesidades electorales. Para mayor abundamiento, las empresas del Estado son excelentes para instalar en sus plantillas a la creciente multitud de paniaguados del poder.
Las privatizaciones de la era de Menem terminaron con gran parte de la infraestructura productiva y de transporte que hizo grande a la Argentina. Se desamortizaron en pocos meses siglos de inversiones. Se perdió una de las redes más extensas de ferrocarril del mundo y solo hay vuelos y aeropuertos donde es rentable llegar con aviones. Desde las privatizaciones no hay inversión porque no es negocio…
¿Pero en qué quedamos? ¿Estamos a favor o en contra? ¿Es mejor nacionalizar, como ahora, o privatizar como cuando Menem vendió las joyas de la abuela?
Ni lo uno ni lo otro. Lo que un país necesita. Lo que necesita urgente la Argentina es un plan. Necesitamos un proyecto de país, pero para siempre. Llevamos 200 años buscándolo y a veces pareció que lo habíamos encontrado, pero al poco tiempo alguien cambia todo. Luego otro alguien lo vuelve a cambiar y termina donde estaba antes o a donde nunca estuvo. Somos un grupo de nómades perdidos en el desierto que da vueltas en círculo en busca de su destino. Volvemos y revolvemos a donde estábamos. Somos la confirmación más elemental de la teoría de Giambattista Vico.
No les extrañe entonces que en cualquier momento la Argentina fabrique el Pulqui 2012, pero va a ser igual que el que hicimos hace 60 años. Y volverá también el Rastrojero hecho taxi, un prodigio de la creatividad… y de la historia.