Invito a los promotores urbanos a que desarrollen proyectos urbanísticos inspirados en los logros de Urdesa. Esta urbanización es un hito en el desarrollo urbano de la ciudad y del país; y en mi opinión, los arquitectos y urbanistas tenemos mucho que aprender de ella.

“Urbanización del Salado S.A.” –producto del ingenio y destreza del arquitecto Alamiro González– fue el primer proyecto que rompió con la trama urbana establecida por Gastón Thoret. Por primera vez, las cuadras y manzanas no se imponen sobre la geografía existente. Al contrario. Las calles se desarrollan respetando las orillas de los esteros; y así se logra que el manglar sea parte del paisaje del sector.

Otro hito alcanzado por Urdesa es su concepción como comunidad. Hasta la fecha, todos los proyectos urbanísticos desarrollados en Guayaquil iban dirigidos a un nivel social específico. Urdesa es el único barrio que ha integrado soluciones de vivienda para diferentes estratos sociales. En Urdesa conviven tanto el propietario de un terreno de diez mil metros cuadrados, como el dueño de una casa de cien metros cuadrados de construcción. Como resultado, los vecinos tuvieron una integración diferente e interesante. Casi siempre ocurría, que el vecino más próspero daba trabajo al vecino de recursos más humildes. Desde aquella perspectiva, esto es un ejemplo de cómo un proyecto urbano bien concebido puede ser integrador y mejorar la vida de sus habitantes. Llama mucho la atención que las urbanizaciones realizadas posteriormente no hayan emulado este importante antecedente urbano.

Urdesa puede ser considerada entonces un proyecto exitoso. Eso queda demostrado con la vida propia que posee en la actualidad; pero no se trata de un proyecto perfecto. Un problema que muchas personas asocian actualmente con dicha urbanización es la inseguridad y la delincuencia. De esto se viene hablando desde hace décadas, y no hay cómo negar tal situación. Sin embargo, creo que vale la pena reflexionar sobre el porqué de dicho incremento delincuencial. En mi opinión, el primer factor tiene que ver con el desarrollo comercial. El comercio trae consigo un incremento de robos y asaltos. Se trata de un factor inevitable, que hay que saber controlar. El segundo factor cae más sobre los hombros de sus habitantes. Originalmente, Urdesa era una suerte de “ciudad-jardín”, y sus casas no tenían cerramientos. Resulta interesante notar que los actos delincuenciales se aumentan en el sector, a medida que los habitantes comienzan a levantar muros ciegos alrededor de sus viviendas. A medida que aparecen estos, se incrementa más la delincuencia; y esto cierra un círculo vicioso, al incitar a los demás vecinos a “protegerse” con más muros. Los cerramientos ciegos y frontales se transformaron entonces en un rompimiento de la comunidad; en un desinterés por lo que ocurra más allá de nuestros linderos. Ante tal escenario urbano, el delincuente lee un conveniente mensaje por el propietario de la vivienda: “No me importa lo que le hagas al peatón”.

Urdesa ha logrado convertirse en un barrio emblemático de nuestro presente. Posee mucho de nuestras bondades y conflictos como guayaquileños. Quizás debamos verlo más, para aprender de sus aciertos y de sus errores.