Estos calificativos son usados profusa y confusamente. Su significado permanece ambiguo y caprichoso, en tanto en cuanto no hay un punto de referencia comúnmente admitido.

Mantener y fomentar la ambigüedad es usar o dejarse usar políticamente.

La democracia robusta que respeta al ciudadano exige clarificar el significado de esos calificativos. Calificativos “izquierda y derecha” tienen origen en la colocación de los Lores y de los Comunes en el Parlamento del Reino Unido: Los Lores, que socialmente ocupaban y ocupan el estrado alto de la sociedad, se sentaban en el lado derecho; y los Comunes en el izquierdo.

Este significado político original de las palabras “izquierda derecha” se ha extrapolado en dos campos: 1) En el campo preferentemente económico, se sitúan a la izquierda los que sirven, o dicen servir, la causa de los pobres y se empeñan, o dicen que se empeñan, por una sociedad más justa. 2) En el campo ético moral, desde izquierda y derecha buscan, o dicen buscar, equidad y justicia; difieren las raíces: una raíz es la fe en Dios creador con la consiguiente fraternidad humana. Otras raíces pasan por el deísmo agnóstico; otras finalmente surgen del ateísmo. El ateísmo no ofrece a la persona el horizonte de donde viene ni el destino a donde va. El ateísmo radical, al afirmar que la persona humana es una mezcla fortuita de materia, que no tiene más futuro que el hoy, ni más espacio que lo que ve y siente, abandona a las personas al capricho del más fuerte y les priva de motivación social, para forjar un futuro mejor.

Parten caprichosamente de dos falsos supuestos: uno, el de identificar izquierda con progreso; y justicia y conservador con estagnación, deshumanización y mantenimiento de privilegios. Otro supuesto, el de que todo lo nuevo es bueno y todo lo antiguo, malo.

Algunas personas y estados “progresistas”, actuando consciente o inconscientemente, como si fueran solo materia casualmente organizada, han matado y matan a humanos indefensos, aún antes de nacer, han invadido, saqueado, destruido pueblos.

La calificación de progresista exige un punto de referencia, al menos sociológicamente, admitido. Sin ese punto de referencia, calificar algo como progresista es solo un intento por convencer, repitiendo eslóganes.

La enseñanza cristiana propone como punto de referencia a la persona humana, que con su yo insuprimible, abierto al encuentro con otros yo, es fundamento de la sociedad. Según esta doctrina personalista, los estados que fomentan la capacidad de reflexión, la libertad y, responsabilidad, la creatividad, solidaridad, justicia en las personas –de hecho– han sido y son progresistas. En ellos la Policía moral y técnicamente preparada es necesaria; la educación integral de los ciudadanos es indispensable. Por eso los estados progresistas no suprimen los valores en la educación ciudadana.

El populismo adula, callando la responsabilidad, que todos tenemos, en proporción a los bienes sociales que poseemos. No puede haber un progreso social sustentable, si no se cuenta con el aporte de la creatividad libre y responsable de los ciudadanos. Son buenas las medidas emergentes, pero no suficientes.