Necesito sustentar mis aseveraciones en juicios de valor venidos de lejos, en apreciaciones de terceros, en criterios de personas y países que ya pasaron o están pasando por experiencias de desazón e inconformidad frente a atropellos groseros e inverecundos a los derechos de la naturaleza, originados en una agresiva contaminación visual, tema que abordo hoy con la certeza de que ustedes ayudarán a reforzar mis intuiciones, a corregir mis yerros y, a lo mejor, a encontrar caminos que nos lleven a un mejor estilo de vida. Enfrentarse a los desenfrenos de la publicidad no es tarea fácil para los gobiernos locales. El Gobierno central, que hoy tiene la sartén por el mango en todas las instancias de poder, creadas y por crearse, es el único que puede hacer frente a este reto; por desgracia, él maneja el tinglado más grande publicitario en la historia, ab origine, del Ecuador.

La contaminación visual es parte de la contaminación general; es todo aquello que afecta o perturba la visualización de sitios o rompe la estética de una zona o paisaje; es una sobreestimulación visual agresiva, invasiva y simultánea, producida por carteles, cables, vallas, chimeneas, antenas, postes y otros elementos que en definitiva proceden de una manipulación indiscriminada del hombre, en tamaño, ubicación y colores. Estos conceptos, en parte prestados, contienen en esencia los elementos que busco denunciar para posibles enmiendas legales. La contaminación visual es causa de accidentes ocasionados por obstrucción visual al conductor, trastornos de atención, interrupción de la estética paisajística, afección del sistema nervioso con fuertes distractores que producen estrés por saturación de elementos y de colores, dolor de cabeza, mal humor, y disminución de la eficiencia laboral. Con estos antecedentes, ideas y experiencias, me permito denunciar y reclamar por este atropello; además, llamar a la reflexión a quienes nos movilizamos en Ecuador.

-Pachamama tiene sus derechos, bien por ellos; yo ciudadano, también tengo mis derechos. La Constitución vigente protege el cumplimiento de esos derechos. Defiendo mi capacidad de ver y de observar. Si alguien se me acerca y me tapa los ojos con sus manos o coloca frente a mis ojos algo que obstaculice mi visión tengo todo el derecho de reaccionar y protestar por la conculcación de mi libertad de ver y mirar.

-Cuando camino por las calles de una ciudad o viajo por las carreteras del país, tengo el derecho de exigir que no se contamine mi vista con pancartas, letreros de todos los colores y tamaños que afean el paisaje, ofenden a Pachamama, afeándola, para crear en los viajeros o transeúntes una sensación de menosprecio y cautiverio, es decir, de sentirse esclavos de un paisaje destruido o distorsionado, de una ciudad empapelada, para beneficio de pocos.

-Tengo derecho a mirar el esplendor de los bosques, la mansedumbre de los ríos, la adustez de un pajonal, el verdor de los campos, la belleza de nuestras playas y la armonía de la naturaleza. La publicidad que impide este derecho es lesiva, inconstitucional, detestable. ‘Abajo los letreros, arriba la naturaleza’, puede ser un eslogan.