Despertarse a las 05h00 con el ensordecedor ruido del despertador. Meterte a la ducha con agua helada cuando aún tienes frío, vestirte a la carrera y preparar un desayuno a medias para ingerirlo casi sin masticar y de remate percibiendo malas noticias y pura crónica roja en la televisión.

Una cascada de estrés cuando recién empieza tu día. A eso le sigue el enfurecedor viaje al trabajo, con el miedo de que te asalten en el bus, y si conduces, el soportar el terrible caos vehicular.

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Ya en el trabajo problemas por solucionar, clientes insatisfechos, malas caras, colegas envidiosos, chismes, un teléfono que no deja de sonar y al cabo de ocho o más horas regresar a un hogar donde te esperan problemas familiares con los hijos o tu pareja.

El estrés se genera casi que en cada segundo de nuestras vidas. La naturaleza nos ha preparado de forma tal que ante cualquier situación de peligro nos ponemos en guardia.

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Ese es el estrés y la parte del cerebro que reacciona ante el peligro es la amígdala, una porción del sistema límbico, situada en la base del cerebro que regula las emociones. El estrés es la demanda física o psicológica, fuera de lo habitual y bajo presión, que se le hace al organismo,  provocándole un estado ansioso.

El psiquiatra y gerontólogo Rafael Velasco Terán revela que cuando el estrés se da en exceso se produce una sobrecarga de tensión que se ve reflejada en la aparición de enfermedades. 

Así, uno de los efectos más peligrosos en la actualidad son los temidos derrames cerebrales e infartos cardiacos.

Velasco explica que existen dos tipos de derrames. El más común es causado por un coágulo sanguíneo que bloquea una arteria en el cerebro, el otro es causado por la ruptura de una arteria que sangra. Aunque el estrés o tensión no produce directamente el derrame, sí puede alimentarlo con el tiempo, pues los estados ansiosos prolongados elevan la presión arterial.

Otro peligro al que nos exponemos por no controlar nuestras emociones son las temidas parálisis faciales o pérdida de movimiento de una parte de la cara, que incluye la musculatura de la frente, los ojos y la boca.

“La causa de la parálisis es una debilidad en el nervio que maneja el movimiento de la cara. Este desajuste se produce cuando la fibra es agredida por un virus, que aprovecha momentos de tensión, agotamiento o bajas defensas para atacar”, agrega Velasco.

Cabe recalcar que el estrés disminuye las defensas del organismo volviéndonos más débiles ante el ataque de virus y bacterias.

Al estrés no se lo puede eliminar. Es más inteligente aprender a convivir con él, sin que nos mate antes de tiempo. Aprender a controlar el estrés es hoy un desafío cotidiano para personas de todo sexo, ocupación y estrato social.

Velasco, quien además pasa los 80 años de vida y se mantiene activo y contento la mayor parte del tiempo, aconseja relajarse, disminuir la tensión, respirar profundamente, hacer yoga o meditación, escuchar música relajante o leer un libro. Tomarte tiempo para ti es fundamental y sano.