Circuló a nivel nacional hace pocos meses una revista pagada por Flota Petrolera Ecuatoriana (Flopec) celebrando sus 38 años de vida jurídica. En la página central expresaba: “El terminal de Gas Licuado de Petróleo (GLP) en Monteverde, un objetivo nacional que la Fuerza Naval hizo posible a través de Flopec”. Y recalcaban que la obra estaba concluida en un 70% y que estaría operativa en mayo de 2012. Monteverde es una comuna del cantón Santa Elena y fue alternativa ideal para construir la moderna refinería de crudos, que los navales confirmaron, pero después se declararon amnésicos cuando entraron a colaborar en Petroecuador y como “premio a su magnífica labor”, según Correa (tiempo después, sostuvo lo contrario), les asignó el negocio gasero. Existen dos actividades distintas pero relacionadas entre sí en el negocio del GLP: el almacenamiento (depósito) y el abastecimiento (compra). Desde 1985 la producción nacional del derivado es deficitaria, suministrando solo el 20% del consumo interno, la diferencia es importada y almacenada en un buque-cisterna en alta mar, servicios onerosos (depósito y compra) que eran provistos hasta hace poco tiempo por la holandesa Trafigura, a la que el mandatario, en su show semanal, la llamó “empresa mafiosa, ligada al PSC”, sin embargo colaboró estrechamente con ellos.
La revista me recordó lo que escribí en carta publicada en Diario EL UNIVERSO –el 8 de diciembre de 2009– que se tituló ‘Lo que nace chueco, muere chueco’, donde hice un análisis detallado y que complementé con el artículo ‘Los fracasos navales’, publicado el 1 de marzo de 2010. Recordemos que en noviembre del 2007 el presidente encarga la administración de Petroecuador a la cúpula de la Armada, a través de sendos decretos de emergencia, violando leyes expresas que impedían la participación de militares. Suponía el jefe de Estado que con la presencia de los marinos la actividad hidrocarburífera iba a salir a flote. Tremendo error. Después de 24 meses de “gestión”, los resultados fueron desastrosos.
La historia de su construcción es típica de la “partidocracia”, satanizado por este régimen. En 1985 la demanda del derivado creció y Petroecuador no fue capaz de solventarla. Se incrementó descontroladamente la importación y nació el proyecto de instalar un centro de almacenamiento, por lo caro del servicio que el buque cisterna representaba. Pero fue en el 2006 (régimen del Dr. Palacio) que comenzó a tratarse seriamente el tema. La Espol y la empresa privada Nobis presentaron cotizaciones, que no pasaban de 177 millones de dólares y que se financiarían con los fondos petroleros del Feiseh. Hubo dubitaciones y no se concretó la ejecución. En diciembre de 2007, bajo la figura de Alianza Estratégica, Correa encargó a dedo a Flopec (que aportaría 130 millones de dólares), en asociación con Petroecuador (127 millones de dólares). La obra costaría 257 millones de dólares con fondos propios de las estatales y que estaría operativa a finales de 2009. Los marinos se ufanaban de lograr un “ahorro significativo para el país”. La misión ha tenido significativos retrasos y nadie ha dado cuentas. Según la revista, el sistema ya estaría funcionando, pero, para el insustituible Nielsen Arias, las pruebas se realizarían en agosto próximo y justifica la compra de GLP con un diferencial infame. Con 30 meses de retraso, ¿Quién se benefició de esta situación? Los trader (intermediarios) y ciertos enigmáticos personajes ligados a todos los gobiernos. Esta obra se justifica ante la utópica construcción de la Refinería del Pacífico, una gigantesca burla para los ecuatorianos.