Empieza a bailar en la mitad de los años sesenta con Marcelo Ordóñez. Al poco tiempo se enrola en el ballet de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión (CCE) con Noralma Vera, a quien considera una de sus más sólidas maestras.

María Luisa González lleva 45 años en la danza. Empezó con clases de bailes españoles que le impartía su vecina Cecilia Estupiñán. Luego vendría una larga cosecha de éxitos, viajes, proyectos de danza en México, Cuba, Nueva York, Quito, Europa... Se relacionó con otros jóvenes y surgió su identificación con los movimientos de izquierda, aspecto que definió su vida porque intuyó que también a través de la danza se podía hablar.

Publicidad

Se enamoró de la danza y con ella aprendió que la disciplina, constancia y dedicación son los pilares fundamentales de su oficio. Piensa que se debe cuidar el nivel técnico, artístico, debe haber un mensaje, un contenido, de modo que produzcan sensaciones. “La danza mueve y nos debe conmover”, señala.

Hace 45 años todo era difícil sin el apoyo y comprensión de la familia, fueron muchas prohibiciones del padre diciendo: “¿Para qué la danza?, te prohíbo”. Tuvo tristezas y limitaciones económicas, pero a pesar de estos inconvenientes, la danza es para González un proceso de reencuentro permanente de volver a reconocernos.

Publicidad

Bailó en cárceles, parques, coliseos o teatros con solos que resultaron un éxito en proyectos como Mudanzas. En La torera, dirigida por Jorge Mateus, se acercó al teatro, y con Santiago Rivadeneira fundó el Centro de Formación Dancística e Investigaciones.

Luego vino el Frente de Danza Independiente, del que también fue su iniciadora. Cumplió con la dirección del Instituto Nacional de Danza. Y desde hace diez años está al frente de la Compañía Nacional de Danza, dirigiendo a catorce bailarines con los que viaja por todo el país bailando y mostrando su arte.