De entrada se exhibe un cuadro que destaca la estampa de un caballo en pleno galope. Y junto a ese ejemplar, una serie de diminutos equinos, de esos que venían en los confites y que hacían felices a los niños de hace ya varios años. Y esa felicidad ha sido trasladada al arte, en la inspiración de Hernán Cueva, quien está orgulloso de esta obra, junto con otras cincuenta inspiradas durante estos últimos doce meses.