Si alguien me preguntara: Es usted conservador, o progresista, respondería, como dicen que responden los gallegos, con otra pregunta: ¿En relación a qué? Progreso es una palabra latina que significa un paso adelante. Depende del punto de referencia soy progresista, o soy conservador. El lenguaje político partidista, a fuer de repetir la palabra “progresista”, une a esta palabra, para consumo de personas poco reflexivas, la idea de estar adelante, sin señalar un punto fijo de referencia. Quienes tienen alguna forma de poder van señalando, de acuerdo a su visión parcial o ideológica, su punto móvil de referencia.

Para que tengamos puntos más firmes de referencia, me permito invitar a ustedes, a situarse, escogiendo, de entre los siguientes, los puntos que consideren valores. Descubriremos que coincidimos en algunos: Dios, persona humana, familia, sociedad, autoridad, libertad, responsabilidad, igualdad, trabajo, creatividad, justicia, equidad, vida, aborto, eutanasia, homosexualidad. No es posible escoger, sin explicitar el contenido de la elección. Elegir nos exige, además, un esfuerzo de reflexión, para acercarnos a nuestra identidad. Yo elijo con la luz de la razón la primacía de la persona. La primacía de la persona engloba otros puntos de referencia. La razón me descubre que la persona humana es un yo con un fuego interior de vida. En el yo bulle una sed de ser y de crecer en el encuentro con otros yo. El encuentro de los múltiples yo forma un tejido, que les hace posible expresarse y desarrollarse. La persona huma es como uno de los colores del arcoíris; si falta un color, el arcoíris queda incompleto. Dicho con otras palabras, la persona está a la raíz de la sociedad; al mismo tiempo, la persona sin la sociedad no puede existir ni, menos aún, crecer sólidamente. Se hace patente la importancia de la educación para ser y no solo para hacer.

De la identidad de la persona fluyen la libertad y la responsabilidad. La libertad de actuar, de expresarse es un derecho y un deber, es como el alma que manifiesta la vida de la persona.

Dios es amor; Dios mismo respeta la libertad; pues el amor no impone. La libertad es inseparable de la responsabilidad, porque el objetivo irrenunciable de la libertad es dar un aporte propio y creativo.

Persona y sociedad son interdependientes. De acuerdo al principio de subsidiaridad, que pone nerviosos a gobernantes totalitarios, hay que respetar que la persona haga todo lo que esté a su alcance. La sociedad superior ayude, pero no absorba la tarea que pueda hacer la sociedad inferior.

El trabajo es la manifestación del fuego interior del yo, con el que contribuye a la existencia y desarrollo de la sociedad. Como la libertad, es un derecho y un deber. Tarea de los gobernantes es fomentar fuentes de trabajo y establecer, en diálogo ciudadano, los criterios de distribución. “Más producción, mejor distribución”.

Según la antropología “moderna”, para algunos “progresista, el hombre es solo un poco de materia casualmente organizada, sin rumbo; sigue organizándose sin un objetivo permanente. ¿La hace suya?