No sé si me da pena o más bien vergüenza ver escuchar al presidente de mi país decir en foros nacionales e internacionales que su mayor legado será controlar a la prensa, vencerla como poder fáctico, cuando hay miles de ecuatorianos en el desempleo, cuando seguimos en el subdesarrollo o en el no desarrollo, cuando miles de familias lloran a sus muertos por la delincuencia y la violencia. No sé si me da pena o vergüenza ver a un ser humano –por más presidente de la República que este sea– congratularse a sí mismo por quebrar a otro ser humano solo porque opina desfavorablemente contra su gobierno. Me da aún más pena verlo congratularse por mandar a la cárcel a otros tres seres humanos que –según él– sostuvieron la mano que escribía el artículo en cuestión. Lo único que causa es pena… pero también vergüenza. Todos querríamos ver al presidente de nuestro país garantizando seguridad ciudadana, generando empleo vía industrialización, pensando en cómo acompasar al país con las tendencias mundiales. En lugar de ello, Rafael Correa ha puesto al Ecuador en el radar internacional, pero por razones profundamente negativas. Antes de este Gobierno, los casos de abuso de poder en la Corte Interamericana de Justicia se contaban con los dedos de la mano. En adelante, será difícil para esa Corte llevar el paso.

Creo que es un momento difícil para el país, pero también es un momento revelador y aleccionador. A nadie le puede quedar duda de por qué y para qué era necesaria una consulta popular que permitiera al Ejecutivo tomar las riendas de la justicia. La forma como se llevó a cabo el juicio al policía Rolando Tapia y el juicio ahora a Emilio Palacio y a EL UNIVERSO es absolutamente reveladora: no hay espacio, tiempo ni lugar para la defensa, hay una presión brutal desde el poder para que los jueces tomen una decisión favorable al gobernante con fuerzas militares y policiales incluidas. La sentencia es absolutamente expedita mientras miles de casos pasan años en el abandono, dándole toda la razón y, por supuesto, dinero al Ejecutivo. Por último, el simple anuncio de que donará el dinero al proyecto Yasuní-ITT termina por dar el tiro de gracia al alicaído proyecto. Sienta un terrible precedente y da la razón a Alemania, y otros países para no participar. Se trata de un caso típico de daño moral en las relaciones internacionales.

La falta de generosidad con el país se ve en cada declaración, en cada cadena, en cada acto gubernamental donde las únicas razones que valen son las presidenciales. ¡Felicitaciones, la patria ya es de ustedes! Solo de ustedes. Desde este momento, todos quienes opinamos en la calle, en las redes sociales y sobre todo en los periódicos estamos en la indefensión. Podrá luego venir la autocensura y la censura. Eso no querrá decir que los ecuatorianos pensemos mejor del presidente o de su Gobierno.

*Publicado en diario El Comercio, el 25 de julio del 2011.