Loco. Así recuerda haber sido llamado Orlando Vega hace 18 años, cuando se inició oficialmente el Ecozoológico San Martín, ubicado en la irregular geografía de la vía Baños-Lligua, en la provincia de Tungurahua. Él trabajaba con los Padres Dominicos, en la comunidad de San Vicente, una organización internacional que desde 1976 manejaba un pequeño zoológico en ese lugar, hasta que en 1993 el entonces Ministerio de Agricultura, encargado, en ese tiempo, de vigilar el correcto funcionamiento del sitio, determinó que el lugar no brindaba las condiciones aptas para los animales.
Vega, con apoyo de la comunidad de Baños, abogó ante las autoridades para que se le permitiera trasladar las especies a otro sitio que sí cumpla con los requerimientos físicos de cada especie. Ese sitio fueron las cuatro hectáreas en las que ahora habitan 250 individuos de 36 especies, entre aves, mamíferos y reptiles.
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“Me decían que estaba loco por instalar un zoológico en estas tierras tan irregulares, pero esto permite que las especies estén en un ambiente más parecido a su hábitat natural y además es un atractivo turístico”, comenta Vega.
El director (e) del Ministerio del Ambiente, regional 3, Miguel Acuña, con base en los informes presentados por los técnicos de la institución, dice que “se puede avizorar que el Ecozoológico (San Martín) está bien manejado, bien mantenido, que cuenta con el personal técnico necesario y dispone de veterinarios en continuo control de las especies de fauna silvestre, además de que el área está construida para dar un ambiente similar al hábitat natural del animal”.
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La Dirección Provincial del Ambiente de Tungurahua se encarga de hacer el seguimiento a este lugar, constatando el estado de salud de los animales y las condiciones físicas donde habitan. Para estos controles, Vega y su esposa, Rosa Luna, están preparados, aseguran.
Al preguntar por la documentación, de inmediato exponen una carpeta en la que figura la patente anual, renovada en marzo pasado; las actas de custodia de cada animal que ha sido entregado por el ahora Ministerio del Ambiente, a través de la Unidad de Policía de Medio Ambiente, o las actas de entrega de las personas particulares que han dejado especies silvestres, aunque la mayoría ha llegado por la primera vía.
En la misma carpeta constan las actas de defunción y nacimiento de especies; además de los reportes de salud de cada individuo. “Nosotros trabajamos únicamente con animales que están siendo producto de tráfico, o que están siendo maltratados, por eso no tenemos una colección muy amplia como en otros lugares, pero comprar animales sería promover el tráfico de especies silvestres y no lo haremos. Nosotros exhibimos aquellas especies que llegan al lugar y que, por sus condiciones (enfermos o sin sus habilidades para sobrevivir en su hábitat), ya no pueden ser liberadas”, enfatiza Luna.
Respecto de la devolución de especies a su hábitat natural, Vega expone que se ha podido hacer poco: entre 10 y 15 animales en sus 18 años de funcionamiento, entre ellos, un oso de anteojos, pumas y monos araña. Sin contabilizar las decenas de individuos silvestres que han recibido, rehabilitado y enviado a distintos centros de tenencia de fauna en diversos puntos del país. “Siempre buscamos que el animal, aunque sea esté en el mismo clima del cual proviene. Hemos enviado decenas de aves al Oriente”, añade.
De acuerdo con el Texto Unificado de la Legislación Ambiental Secundaria (Tulas), las liberaciones deben hacerse en coordinación con el MAE, y los animales deben contar con algún sistema de rastreo para que puedan ser monitoreados en lo posterior. Medida que Vega considera positiva, pero también costosa. “Nosotros, para poder liberar a una especie, tenemos que ir con personal del MAE a constatar que el sitio sea un lugar seguro; además, nuestro compromiso es dar educación ambiental a la comunidad más cercana, y todo eso corre por nuestra cuenta”, comenta.
El presupuesto anual del Ecozoológico San Marín bordea los $ 500 mil, expone Vega. Estos gastos cubren el personal, que se completa con la familia; además de la alimentación de los animales, que se sostiene con criaderos de aves de corral y huertos propios; y mantiene los programas de reproducción en cautiverio de monos araña y cóndores, este último plan en convenio con la Fundación Zoológico Guayllabamba, en Pichincha.
Uno de los mayores orgullos de este lugar es ser el único zoológico en Latinoamérica que ha logrado reproducir el gallinazo rey, una especie también conocida en el país como el cóndor de la Costa.
El dinero para el zoológico se consigue mediante autogestión, asegura su propietario. “Solventamos los gastos con la labor que se hace a través de las fincas de sustento (áreas dedicadas a la producción de col, maíz, legumbres, huertos frutales); además de las crías de alimento vivo para las especies con la producción de ratones, conejos y grillos, que ayudan a abaratar los costos”, expone. A esto se suma el costo del ingreso de los visitantes: $ 2 por adulto y $ 1 por niño, tarifas que aplican para turistas nacionales y extranjeros.
Con esto también financian un programa de educación ambiental que se imparte a las escuelas del cantón y en las comunidades que están dentro de las zonas de amortiguamiento (alrededor de las áreas protegidas), de los Parques Nacionales Sangay Llanganates.
¿Han recibido apoyo del Ministerio del Ambiente? Ninguno, dice Vega. “Ellos no tienen para eso. Cuando firmamos el primer convenio, hace más de diez años, ellos ofrecieron darnos apoyo técnico, pero no cumplieron, más bien nosotros y los veterinarios de aquí los hemos apoyado con conferencias y demás”, responde.
También dice haber presentado, en 1999, un plan de contingencia al MAE, con los diferentes parámetros por considerar en caso de enfrentarse a un desastre natural, debido a la cercanía con el volcán Tungurahua. Pidieron jaulas especiales para los traslados, carpas para proteger a las especies en caso de presencia de ceniza, pero nada fue concedido.
Ante la falta de respuesta del MAE, Orlando Vega adquirió una propiedad en el kilómetro 12 de la vía a Tena, donde tiene previsto trasladar a la mayor cantidad de especies silvestres en caso de que Baños se enfrente a un desastre natural.