La historia de las luchas políticas nos deja dos grandes lecciones.

Primera lección. Ninguna dictadura ha sido derrotada sin la más amplia unidad posible de fuerzas sociales, de distinto signo político.

Esta verdad de Perogrullo la conocieron todos los grandes líderes, desde Adolfo Hitler hasta Franklin Roosevelt, pasando por Vladimir Lenin, Barack Obama, Alejandro Magno, Eloy Alfaro o los sandinistas.

Muy pocos líderes de la oposición entienden este precepto.

La izquierda que rompió con la dictadura, por ejemplo, diera la impresión de que si leyó El ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, de Lenin, lo olvidó por completo.

Lenin polemizó allí con ciertos grupos radicales que se oponían rabiosamente a negociar con otras fuerzas de centro y derecha para pelear contra la monarquía rusa, con el argumento de “no hacerle el juego al enemigo".

Lenin les respondió: “Estoy dispuesto a unirme con el diablo si es para acabar con el dominio autocrático del zar. Luego ajustaremos cuentas con el diablo”.

Segunda lección. Ninguna dictadura ha sido derrotada sin la participación activa del pueblo en las calles.

No me refiero, por supuesto, a la “lucha callejera” de los grupos extremistas que rompen vidrios y cabezas ajenas. Ese método solo sirve para darle pretextos a la dictadura para que imponga la mano dura, y para asustar a muchísima gente que quisiera protestar, pero no de ese modo salvaje.

Hablo de la resistencia civil, dentro de la ley, respetando vidas y bienes ajenos, y sin responder a la provocación. Pero en las calles.

La dictadura militar de los años sesenta cayó el día en que un grupo de damas valientes (“peluconas” las llamarían ahora), al salir de la iglesia San Francisco, donde habían ido a rezar por sus esposos detenidos, decidieron marchar por la avenida 9 de Octubre sin piedras, ni palos. El pueblo inmediatamente se les sumó y el movimiento que se produjo obligó a los generales a dejar el poder.

Nuestra oposición tampoco entiende esto. Su prioridad, en estos momentos, no es organizar ese descontento popular para que se exprese, sino negociar –en la Asamblea Nacional sobre todo– la larga lista de designaciones que hay por hacer. A eso le llaman “ocupar espacios de poder”. Y cuando se les pregunta cuándo creen que acabará la dictadura, responden: “Estamos acumulando fuerzas y recogiendo firmas para el 2013. Entonces veremos”. Así es, ya veremos en el 2013 si hasta tanto la dictadura no ha destruido a toda la oposición.

Lenin también tenía un término para describir esa conducta. La llamó “cretinismo parlamentario”.

Recordemos pues estas dos lecciones: 1) La más amplia unidad de acción, 2) para que el pueblo se haga presente en plazas y calles.

Nota: Sé que mis enemigos preparan una campaña de desprestigio en mi contra por haber simpatizado en mi juventud con el marxismo. Pues allí les van estas pocas citas leninistas para que tengan una prueba más de semejante “inmoralidad” mía.