En la vieja y restaurada Casona universitaria, a un lado del parqueadero está la pequeña y cálida sala del teatro Arawa desde hace algunos años. Esta agrupación ha atravesado, al igual que otras compañías teatrales locales, las perpetuas crisis que sufre la actividad teatral en nuestro medio.
Ser un hombre o una mujer del teatro guayaco (el “de” es literalmente eso: una pertenencia total a la causa artística) se conecta a un severo espíritu de continuo sacrificio que debe afrontar tsunamis de toda índole de manera consecutiva.
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Pero esto no debe afectar la reacción del espectador teatral que entra y paga (en este caso una modesta entrada de 3 a 5 dólares), porque estamos allí para ver teatro y esperar un momento de magia que nos eleve, o que nos enfrente a lo desconocido, o que nos haga redescubrir lo que pensábamos era algo obvio.
Ver la otra cara de nuestra propia experiencia, o de nuestros sueños. Y eso es lo que logran los cuatro actores que dirige el actor-dramaturgo Aníbal Páez en su recursiva puesta en escena de Soliloquio Épico Coral también subtitulada Los hombres que no podían montar la obra de un autor al que no lo interesaba que lo entiendan.
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El autor es el riobambeño Sergio Román, quien residió décadas en Guayaquil y que formó parte del Club de los 7, (agrupación de escritores que incluía a Miguel Donoso en los años setenta) y que inspira a Páez una tragicomedia “coral” donde sus compañeros actores (Juan Coba, Juan Antonio Coba y Marcelo Leyton) recrean la insólita experiencia de hacer un teatro con identidad propia en Guayaquil “surcando las mares infinitos de la imposibilidad”.
El acierto es sutilmente balanceado y ellos parecen estar en una cuerda floja que puede romperse en cualquier instante, porque la obra tiene que ver con súbitos vacíos y sueños rotos.
Los artistas se nutren de las negruras de un quehacer artístico que podría ser amargo y desencantado, pero que se revitaliza humorísticamente en cada round de boxeo, utilizado como metáfora de la actividad escénica, en un eterno viaje para atracar en un puerto que resulta inalcanzable.
Y está siempre el maravilloso e imposible sueño de estos quijotescos arawas: “celebrar una ucronía, la reconstrucción lógica de la historia a partir de sucesos que nunca sucedieron”. Los ucrónicos nos convencen de su ambiciosa locura, Es el milagro del teatro.
Soliloquio: Hoy y mañana a las 20:00, y el domingo, a partir de las 18:30.