EFE
QUITO.- Ecuador volverá a levantar el telón de un emblemático teatro inaugurado en 1936 y que, tras años como icono del cine y la cultura, se convirtió en un bar y una sala de juegos de billar que ensombrecieron su encanto patrimonial.

El Teatro Lemarie, situado en la ciudad de Tulcán, en la frontera con Colombia, fue el escenario de múltiples eventos vinculados con la dramaturgia local, nacional e internacional.

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Contaba para ello con un proscenio, telón, acústica y ventilación, pero todos están ahora destruidos.

Por los mil novecientos, acudir al teatro rompía la rutina. Era un periodo para soñar y cuando las luces se apagaban y comenzaba la película, había un silencio sepulcral que se iba rompiendo con las risas, los llantos, los suspiros, según el estudio.

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Pero al teatro le sobrevinieron malos días. Hace quince años dejó de transmitir sus funciones, dijo a Efe Hugo Arias, encargado del proyecto de restauración, quien se lamentó de la mutación del Lemarie a "cantina", con letreros de publicidad de bebidas alcohólicas de pared a pared y mesas de billar.

Con una extensión de 1.112 metros cuadrados construidos, el teatro está en un estado "totalmente deplorable" y con el escenario "destrozado", características que llevaron al Ministerio de Patrimonio Cultural a una inmediata intervención.

El Lemarie, que debe su nombre a su primer dueño, el comerciante libanés Pablo Lemarie, cambió de manos y de funciones, pues uno de sus apartes sirvió, incluso, para vender ropa.

El año pasado, el Municipio de Tulcán pagó 180.000 dólares por el inmueble, cuya fachada mezcla el neoclasicismo con elementos victorianos y una gran variedad de estilos decorativos, según el eclecticismo predominante en Italia en el siglo XIX, según el arquitecto Bermeo Sergio.

El Teatro está ahora sometido a trabajos de limpieza, pero "la estructura en sí esta cediendo", según Arias, por lo que "es urgente" la restauración con una inversión de algo más de un millón de dólares, aportados por el Municipio y el Estado.

Desde sus inicios, el Teatro Lemarie marcó historia, pues antes de su construcción hileras de personas cargando sillas por la ciudad de Tulcán eran el anuncio de que se proyectaría una película en un descampado.

La forma de anunciar las proyecciones en el Lemarie era singular: al igual que en las iglesias se empleaban los repiques de las campanas para llamar a los fieles, el teatro tocaba una sirena por tres ocasiones.

Así, todos se enteraban e incluso quienes vivían en los alrededores de la entonces pequeña ciudad, según señala un estudio sobre la historia del teatro, uno de los mayores atractivos arquitectónicos de la ciudad e inspiración para otras obras.

El sistema era efectivo y práctico debido a que el uso del reloj no era generalizado y a sabiendas de que aún la gente medía el tiempo en base al canto del gallo o el rebuzne de un burro. El primero señalaba la hora de levantarse y el segundo la del almuerzo.

Con la restauración, este legado cultural tendrá aforo para 454 espectadores cómodamente sentados en platea, palco y galería, enmarcados en una estructura "con predominio del estilo neoclásico barroco combinado con un modelo contemporáneo", según el plan para su recuperación.

En sus decoraciones y acabados primará el blanco puro y el rojo escarlata, combinados con tonos de grises, siena, dorado y marrón.

Se busca retomar al sitio como un espacio donde se estrechen los lazos comunitarios, se afiancen relaciones y se creen vínculos, al tiempo que se evita que sea un monumento a la nostalgia y motivo de depresión, como lo es ahora para Bolívar Ordóñez, exoperador del proyector del teatro.

"Me llena de nostalgia ver todo basura, en el estado que está, deprimente", dijo Ordóñez.

Con la intervención se pretende revivir los aplausos que ahora están incrustados en las paredes como ecos de una próspera historia de un teatro que en su momento fue uno de los más importantes de Ecuador.