El gran escritor, el gran seductor. Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914-1999) encarna estos dos mitos. Lo sabe bien Michel Lafon, su “mejor amigo francés”. Este catedrático de literatura argentina en la universidad Stendhal de Grenoble suscribe el posfacio del diario de viaje Unos días en el Brasil (Páginas de Espuma) que el autor de La invención de Morel escribió durante su estancia entre las ciudades de Río de Janeiro, Sao Paulo y una incipiente Brasilia, mientras asistía a un congreso de escritores. Corría 1960. El texto es una obra inédita. En 1991 se editaron 300 ejemplares que Bioy repartió a sus amigos. Casi dos décadas después, el relato llega salpicado de una serie de instantáneas que el argentino captó en una Brasilia “ambiciosa, futura, pobre en resultados presentes, incómoda”. En esta entrevista con EL UNIVERSO, Lafon (editó y tradujo al francés las obras de Bioy) traza un perfil del ganador del Premio Cervantes (1990) que vivió a la sombra del triunfo de su amigo inseparable, Jorge Luis Borges, con quien incluso escribió varios relatos a dúo.
¿Cómo es el Bioy Casares de Unos días en el Brasil?
Es el Bioy privado, íntimo, capaz de mostrar mucha ironía con los demás y consigo mismo, lleno de reticencias, de timidez. Apenas se encontraba con otros quería estar solo y cuando lo conseguía se preguntaba por qué viajó. Es el Bioy típico. El viajar formaba parte de su manera de vivir, incluso después del grave accidente que tuvo. Era una necesidad vital. El viaje provoca la desorientación creadora, da una libertad a menudo falsa e incita a la imprudencia. Su problema era reunirse con la gente, tener que jugar el papel de escritor consagrado.
¿Se pueden identificar en este libro esos destellos de ensoñación que tanto le gustaba impregnar en sus obras?
Es un diario de verdad, real. Bioy aceptó la norma de un diario que es no censurarse, no reescribir las cosas cuando las publicó más de 30 años después de haberlas vivido. Lo único que añadió es el principio con el recuerdo de Ofelinha (un amor platónico que el autor imagina que aparecerá en cualquier momento y a quien conoció a principios de los años cincuenta) que le da ese toque de narración y ficción al conjunto y que hace que se pueda leer como una novelita. Es un diario de verdad pero con una tensión erótica de saber si se va a encontrar o no con Ofelinha. Aunque haya contradicciones es auténtico.
¿Por qué le produce tanto horror ver a Brasilia en pleno proceso de construcción?
Es un hombre de gustos clásicos, le incomoda el hipermodernismo a lo Le Corbusier (exponente del Movimiento Moderno en la arquitectura). Le horrorizó la operación Brasilia, pensaba que era demagógica pero al mismo tiempo sacó fotografías de la ciudad que se convirtieron en su salvación. En la última página del diario comentó que el mejor recuerdo del viaje fue su paso por Brasilia, porque fue el único sitio donde nadie lo conocía.