“Songo le dio a Borondongo/ Burondongo le dio a Bernabé/ Bernabé le pegó a Muchilanga, le echó a Burundanga/ les hinchan los pies”, cantaba Celia Cruz , en un estribillo que repetido una y otra vez daba la impresión de lo indefinido.
Lo he recordado cuando leo las noticias acerca de a quién corresponde resolver el problema de las aves en el islote El Palmar que ponen en riesgo a los aviones en vuelo y, en consecuencia, la vida de seres humanos.
Mientras se discute a quién le toca afrontar el problema, se posterga la búsqueda de solución. Que si le toca a la Dirección de Aviación Civil, si le corresponde al Ministerio de Transporte, si tiene competencia el Ministerio de Ambiente, que si es responsabilidad de Tagsa, empresa que administra las instalaciones aeroportuarias.
Lo cierto es que los ciudadanos nos preguntamos si será posible que, por una vez, nos atengamos a lo que dice la ley y a los textos que fijan los deberes y las competencias. Los que no entendemos mucho del tema, pero sabemos lo que significan las palabras, tenemos claro que quien administra las instalaciones aeroportuarias no es responsable de lo que ocurra a los vuelos, por lo que no la incluimos entre quienes deben encontrar una respuesta a este problema.
El aeropuerto de Guayaquil es importante para el país, de allí salen y allí llegan múltiples vuelos nacionales e internacionales. La calificación de excelencia de las instalaciones y servicios del terminal es conocida por ecuatorianos y extranjeros. Es una puerta de entrada digna y agradable para quienes visitan el país y para quienes viviendo en él la utilizan. Pero nada de esto tendrá importancia si hay algún elemento que ponga en riesgo los vuelos que entran o salen de la pista.
No debe importar, y suponemos que así es, dónde está ubicado el aeropuerto, más allá de que nos enorgullece a los guayaquileños, debe ser considerado como lo que es, puerta de entrada al país, muy importante para los negocios, el turismo y la comunicación interna.
El problema pone en riesgo la vida no solo de los pasajeros, sino también de quienes en tierra podrían ser víctimas de un accidente, por esto, la discusión debe terminar y las entidades correspondientes deben asumir la búsqueda y ejecución de la solución, con la colaboración de los ciudadanos o de las instituciones cuyo aporte sea necesario. Por lo pronto, la Autoridad Aeroportuaria de Guayaquil ha ofrecido, aunque no está legalmente obligada, colaborar en la financiación si hace falta.
En la canción de Celia Cruz, mientras se repetía el estribillo una y otra vez, la fiesta seguía y la diversión aumentaba, en el caso al que nos referimos mientras Songo le da a Borondongo y Borondongo le da a Bernabé, el peligro se mantiene y amenaza con convertirse en una muestra de irresponsabilidad.
El país, no solo Guayaquil, necesita una respuesta urgente, más allá de todos los problemas interinstitucionales, locales, políticos o interpersonales.