Simón Bolívar
Un lector me recuerda la frase de Simón Bolívar y me pregunta, ¿con sus denuncias no siente que está arando en el mar?
Le respondo: quizás en el tiempo inmediato, por el miedo –de los que tienen la obligación de fiscalizar y acusar la corrupción– de perder sus cargos, o de no ser promovidos por el gobernante y su entorno, distribuidor de funciones y pagador de ocultamientos y silencios.
Los indicios de responsabilidad penal –que aparecen de informes de la Contraloría y de denuncias debidamente sustentadas– no generan los procesos penales, cuyo impulso solo puede darlo la Fiscalía del Estado. Después de todo, el gobernante se la jugó para que el proceso de fiscalización en la Asamblea contra el fiscal Pesántez se quede en el limbo del encubrimiento, administrado por Fernando Cordero.
El limbo de Cordero, ideado por Correa, de ese modo, resulta “correspondido” por el limbo del fiscal Pesántez.
La actuación de la Fiscalía –y también de jueces– nos hace recordar a Bertolt Brecht: “Muchos jueces son tan incorruptibles, que nadie puede inducirlos a hacer justicia”.
Ironía de Bertolt Brecht, para graficar la expresión cobarde de la corrupción que es el miedo, seguido por el encubrimiento.
La justicia siempre será peligrosa, cuando más importante es defender los cargos o esperar la promoción que pueda ordenar el gobernante.
Pero, Simón Bolívar también expresó: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos…”, “…nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo el poder en un mismo ciudadano. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se originan la usurpación y la tiranía”.
‘Es un pillaje, no un gobierno’
La frase del escritor y combatiente liberal radical colombiano José María Vargas Vila nos la recuerda Fernando Villavicencio.
Fue contra el gobierno de Rafael Núñez que cuatro veces ganó las elecciones en Colombia –la primera vez el fraude le impidió llegar al poder– y dominó el último cuarto del siglo XIX al país vecino del norte.
Núñez, intelectual, poeta y cultor de las artes, gestor del Himno Nacional de Colombia, que se declaraba liberal, formó el movimiento de Regeneración Nacional.
A inicios de los ochenta –siglo XIX– Colombia estaba fragmentada en estados cuasisoberanos y la causa que proclamó Núñez fue el fortalecimiento del Estado nacional, se enfrentó en batallas con diferentes sectores; la más importante, la de Humareda, 1885, con fuerzas liberales –ahí combate Vargas Vila–, pero estas terminan aniquiladas, lo que le permitió a Núñez consolidar el poder. En la Convención de 1885-1886 se dicta la Constitución que elimina el sistema federal anterior y establece los departamentos que hasta hoy tiene Colombia, centralizando el poder.
Núñez creyó que el abrumador respaldo popular le daba licencia para la corrupción, clausuró diarios, persiguió a los opositores, puso precio a la cabeza de algunos –entre ellos la de Vargas Vila– hasta que se ahogó en el desgobierno y tuvo que entregar el poder a su vicepresidente.
No le parece, lector, que hay que validar a Carlos Marx cuando en el 18 brumario, glosó el pensamiento de Hegel que había expresado “los hechos y personajes aparecen, como si dijéramos, dos veces” –quizás hasta más–, agregándole “…una vez como tragedia y la otra como farsa”, aun cuando sea en diferentes países.
¿Será una exageración lo del pillaje?
Doloroso tener que afirmar que no hay exageración en esa calificación.
Primero, las reformas al régimen de contratación pública en la Asamblea de Montecristi, con los libertinajes que permite esa ley, por ejemplo, en contratos con empresas extranjeras que tengan financiamiento externo, no se aplica la ley ecuatoriana, sino lo que se pacte en los convenios correspondientes, por lo que la ley ecuatoriana solo es limitante a los oferentes y contratistas –cual ciudadanos de segunda– que operen sin financiamiento externo.
A lo anterior, siguieron las alteraciones al texto constitucional, que no fueron por principios o razones ideológicas, sino para facilitar negocios ilícitos, lo que es perfectamente demostrable, alteración por alteración.
¿…y en lo cotidiano, qué?
Los sobreprecios demostrables en la contratación pública, los cortísimos tiempos para presentación de ofertas en compras y contratos de obra de urgencia o emergencia –los mayores volúmenes en este Gobierno–, hacen de la contratación pública, con excepciones que las hay, una gran poza de ilícitos.
¿Virtuoso o gansteril?
En su mensaje del 10 de agosto del 2009, el presidente Correa se refirió a mis cuestionamientos al contrato con Ivanhoe Energy Ecuador, con frases que puedo resumir en que –según él– es un contrato virtuoso.
Yo sostengo que es un contrato plagado de ilícitos en su génesis, instrumentación y aplicación.
El lunes 13 de septiembre lo demostraré en este espacio.
¿…y a las y los ciudadanos les importa que se denuncie la corrupción?
Sí, y están convencidos de que infecta al país, porque en el poder están actores y encubridores. Para confundirlos será creciente la publicidad oficial, las cadenas y los controles de medios de comunicación colectiva.
Pero ni Montalvo ni Vargas Vila derrumbaron a las tiranías en poco tiempo, sí sembraron y no dejaron morir las semillas de la verdad. Su ejemplo debemos seguir, aun a riesgo de la libertad y la vida.
Otros –en las generaciones que siguen– deben convertir la simiente en rebelión.