EFE
LISBOA.- Los gobiernos de Portugal y España, junto a muchos amigos e intelectuales, dieron ayer un emocionado adiós a José Saramago, cuyos restos fueron incinerados mientras su esposa, Pilar del Río, pedía que solo lloren quienes no le conocieron.

Ante el ataúd del Nobel, que vio desfilar a miles de personas desde que el sábado fuera abierta la capilla ardiente en el Ayuntamiento -por primera vez-, el alcalde de la ciudad y admirador del escritor, Antonio Costa, pronunció un "obrigado José Saramago" para agradecer su huella humana y literaria.

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Cientos de personas siguieron la ceremonia por una pantalla instalada en la fachada del Cabildo. Su mujer, Pilar del Río, la hija y los nietos del escritor, asistieron al acto que concluyó con la ejecución de una pieza de Bach, interpretada por la concertista Irene Lima.

Al término de la ceremonia, intelectuales y amigos del escritor expresaron sus condolencias a la familia y Pilar del Río salió al balcón del Ayuntamiento para saludar a los lisboetas.

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Fuentes de la familia del Nobel dijeron que aún no se ha decidido dónde se depositarán las cenizas en Lisboa. Tras el acto en la Cámara Municipal, el féretro partió hacia el cementerio del Alto de San Juan en un cortejo fúnebre.

El ataúd de Saramago, cubierto con la bandera portuguesa, entró al crematorio en medio de una ovación de más de 10 minutos y una lluvia de claveles rojos, símbolo de la Revolución portuguesa del 25 de abril de 1974. Sus restos se incineraron ante familiares, amigos cercanos y autoridades.