Patricia Villarruel
MADRID.- Publicación. El terremoto en Chile, en febrero pasado, detuvo el lanzamiento del Diccionario de Americanismos, como parte de los actos del V Congreso de la Lengua. Ya se imprimieron 25.000 ejemplares en Perú y la distribución en América está en marcha.

Fue con la lengua donde comenzó el mestizaje. Las primeras palabras, esas que arribaron con el descubrimiento a un territorio de ultramar, se mezclaron con los vocablos de las lenguas originarias de América. Surgieron nuevos términos, perduraron algunos castellanismos, desaparecieron otros. Agua corta, acholar, borracha, ecuavoli... De descodificar el español que se habla en nuestro continente se encarga el Diccionario de Americanismos. Se imprimieron 25.000 ejemplares en Perú. La distribución por Latinoamérica está en marcha. A España, estas nuevas voces llegarán en barco, como en 1492. El viaje es, ahora, a la inversa.

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Sobre Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española recayó la responsabilidad de sacar adelante esta publicación. En entrevista con EL UNIVERSO, el filólogo nacido en Cuba, pero con pasaporte de Puerto Rico, desgrana detalles del esfuerzo emprendido para mostrar la riqueza léxica de América Latina.

¡Por fin un diccionario del español hablado en América!
Se trata de una obra contrastiva que excluye el léxico común a todos los hispanohablantes que supone el 80%. Con el Diccionario de Americanismos estamos saldando una deuda con los hispanoamericanos. Viene a llenar un vacío. Si alguien quería conocer algún americanismo tenía que ir al diccionario de Marcos Morinigo-Muchnik, de 1966. Ahora la gente puede conocer una palabra o expresión de América y situarse, sin problema. Hemos empezado a cumplir con un deber nunca satisfecho. Era muy imprescindible que se fijaran las voces propias de los países americanos. Ahí está la gran vitalidad de la lengua.

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¿Qué periodo abarca ese caudal de voces?
Los últimos 50 años. No es un diccionario histórico porque no puede serlo, aunque ya se trabaja en uno. América va a estar muy bien cubierta lexicográficamente en dos diccionarios, este se dedica a lo sincrónico, a lo actual. Una quinta parte más se añadirá en la edición electrónica.

Entonces, ¿dos mil quinientas páginas no han sido suficientes?
Hay 60.000 entradas y más de 200.000 acepciones. Se nos quedó algún material porque queríamos reunir todo en un solo volumen, aunque sea gordo. Podremos ampliarlo si hay una segunda edición o en la edición electrónica.

¿Por qué tanto apéndice (la obra incluye ocho)?
Como es un diccionario descriptivo, hay, entre otros, un apéndice de gentilicios, de hipocorísticos (diminutivos de los nombres), de lenguas indígenas vivas, de etnias indígenas, de nomenclatura gubernamental y militar y de siglas hispanoamericanas de más uso.

¿Es este Diccionario una muestra más de la política panhispánica?
Cuando un español lo abra, se encontrará con palabras que no conoce. Esas palabras tienen una definición y de ahí en adelante no le van a resultar extrañas. Mientras más se conozca cómo somos, se eliminarán los estereotipos y será otra forma de entendernos con palabras que estarán pegadas al corazón.

¿Cómo se consigue coordinar el trabajo de 22 Academias?
Son ellas las auténticas autoras de este Diccionario. Son las que pusieron el punto final sobre los borradores. La primera estructura de esta obra estuvo en 1994. Las Academias aprobaron el proyecto en 1998. Revisamos los 150 diccionarios que hay en América. Se prepararon borradores entre lexicógrafos españoles y alumnos de nuestra escuela de lexicografía que nos proporcionaban todo el material juvenil. Todos eran hispanoamericanos y su colaboración le ha dado frescura al Diccionario por los términos juveniles que aportaban. Las academias americanas revisaban los borradores y eran las que ponían el punto final. Ha sido un trabajo de 12 años.

¿Cómo ha trabajado la Academia ecuatoriana?
Ha sido una salvación porque la académica Susana Cordero es una fiera trabajando. Esa Academia es de las mejores representadas aquí, no porque tengamos un afecto especial, sino por los resultados conseguidos. El hecho de que haya una fuerte tradición lexicográfica y la publicación de obras como El habla de Ecuador, de Carlos J. Córdova, han facilitado las cosas. Ecuador aporta entre 12.000 y 15.000 términos que están compartidos con otros países. El país que menos ha tenido son 9.000 términos.

¿Qué innovaciones en materia lexicográfica se pueden encontrar en esta obra?
La definición lexicográfica gracias a una serie de cuerpos o tipos de letras permite saber qué significa una palabra o cuál es su uso, algo que puede ser clave a la hora de comprender por qué ese término se considera un americanismo. Hay marcas geográficas, agrupadas de norte a sur y de este a oeste, para ver cómo se usa el término según zonas y no de manera alfabética. Por último, el diccionario utiliza, como nunca antes, la sociolingüística y la pragmática, para determinar, por ejemplo, el grupo social al que pertenece un término, si este es vulgar o no, con qué sentido se usa.

¿Estamos ante un Diccionario decodificador?
Sí y es algo que se aprecia mucho para saber la intención del que escribe. El Diccionario aporta información para decodificar una palabra por la forma en que se usa en la práctica. En América, por ejemplo, hay una riqueza para crear metafóricamente cosas. Para referirse sobre el órgano genital masculino existe una enorme cantidad de palabras basadas en metáforas frutales.

¿Son estos vocablos reflejo de la idiosincrasia de los latinoamericanos?
No se puede decir que todos, pero muchos, sí. El diccionario no hace esas especificaciones aunque la forma de pensar se refleja de forma meridiana.

¿Lo pudoroso en el lenguaje no nos lo quita nadie?
En América Latina tenemos un respeto grande por el tabú lingüístico. En el Diccionario se pueden encontrar todas esas palabras 'malas'. De pene hay 280 sinónimos. Todas estas palabras producen una serie de variantes y en la obra están todas las marcas que indican si una palabra es vulgar o tabú.

¿Pudiera decirse que el ciclo de vida del léxico en América es más prolongado que en España?
Hay términos que se hablan en América y se dejaron de hablar en España. Lo que se hereda no se hurta. Esas palabras son nuestras. Hay algunas que como credencia (mueble de sacristía de iglesia donde se guardan los hábitos de los sacerdotes) ya están en decadencia. América tiene un ramalazo de arcaísmo, en el sentido en que conserva muchos términos antiguos. Friolento de América frente a friolero de España, por ejemplo. En España, se dijo friolento hasta el siglo XIX, fue de ambos pero ahora es solo de América. Los términos que han desaparecido mucho en España son los de origen marinero, en América viven.

¿Se aprecia la influencia de las lenguas indígenas?
La inmensa mayoría de términos son de origen español, pero hay otros derivados de las lenguas indígenas que son muchas. Hay una cantidad importante de términos que han sido ligeramente modificados. Esto varía mucho, depende del tronco indígena.

¿Cuáles son las palabras con más acepciones?
Las palabras tabú, que implican cosas innombrables como lo escatológico y lo sexual; y aquellos términos que siempre están en la esfera de lo afectivo. En el Diccionario están todas las palabras, desde las malsonantes hasta las más sublimes.

¿Cree que el lenguaje juvenil, cómo piensan algunos filólogos, es el más perecedero?
Lo que sucede con los jóvenes hablantes es que dejan de ser jóvenes y cuando entran en otras esferas, manejan otro vocabulario. Lo ideal es que estos términos pasen de jóvenes a jóvenes. Hay muchos diccionarios que se niegan equivocadamente a meter términos juveniles porque piensan que son inestables, se van a perder o son creaciones festivas momentáneas. "Está por el libro" (está magnífico) se decía años atrás en Puerto Rico; luego, se dijo "está por la maceta". Decir que todo el lenguaje juvenil es perecedero y poco duradero es falso. La lengua es interesante, precisamente, porque tiene tantas facetas.