He regresado de una semana de vacaciones en la que me desconecté y desintoxiqué del ruido político nacional. De sus insultos, arrogancia y estupideces cotidianas. Después de disfrutar las facilidades, el orden y respeto del primer mundo, no provoca sumergirse en este diario boxeo político, ni en las nuevas leyes diseñadas para bloquear cualquier posibilidad de progreso, ni en las políticas e ideologías que nos estancan mientras nuestros países vecinos avanzan.