El Presidente ha sido muy claro (palabras más, palabras menos): fue elegido para derrotar a los poderes fácticos de la sociedad. Uno de ellos, la prensa corrupta, liderada por Teleamazonas. Contundente… pero errado.

Toda sociedad está atravesada por poderes fácticos (de hecho) porque los seres humanos tendemos naturalmente a ejercer el poder sobre los demás. Ya sea a nivel familiar, escolar (el profesor sobre sus alumnos), empresarial (los empresarios ejerciendo brazo de fuerza con trabajadores y clientes), los trabajadores (a través de sus sindicatos), los medios de comunicación (al tener en sus manos un “producto poderoso”) o cualquiera que ejerce algún liderazgo (el presidente del barrio o del comité de padres de familia). Esto existirá siempre porque las sociedades se organizan alrededor de estructuras de grupo a las que se le trasladan poderes ya sea por eficiencia (juntos actuamos mejor que separados) o de evitar responsabilidades (muchos prefieren que otros se encarguen de las cosas en las que no quieren involucrarse). En general estos poderes actúan positivamente, pero también abusan de su fortaleza y pueden ser negativos. Sin embargo, y esto es esencial de entender, su poder está básicamente limitado, por: 1) los sujetos que se someten lo hacen libremente y pueden abandonarlo (el alumno puede cambiar de colegio; el cliente, de producto; el ciudadano, de comunicación); 2) sus medios económicos solo provienen de sus dueños o clientes: si no hay satisfacción, pierden al mismo tiempo clientes y recursos (salvo que negocien políticamente asignaciones del Presupuesto, pero ese es otro tema).

Pero hay un   poder que no tiene estas limitaciones: el Gobierno. Actúa con una fuente ilimitada y obligatoria de recursos como son los impuestos, y los utiliza no solo para limitar nuestras libertades sino para “lavarnos el cerebro” y fortalecer su poder. Dispone de poder de la ley y la fuerza para imponer sus decisiones. Cuando decide abusar de su poder casi no hay manera para los ciudadanos de oponerse. Usted me dirá que la diferencia es que el Gobierno ha obtenido ese poder en las urnas (es la tesis del Gobierno). Sin duda, pero eso parte de una interpretación errada de la democracia: la mayoría implica un mandato para hacer a su antojo… con nuestro propio dinero. No, la esencia de la democracia es el equilibrio, el control mutuo, y la  repartición de poderes.

…Por eso el objetivo del Gobierno no debe ser terminar con los poderes fácticos (mejorar a los que hacen mal su trabajo sí sería positivo), sino lograr que el poder sea mucho más difuso, es decir que haya más gente y organizaciones teniendo la libertad para hacer más cosas. Que, en lugar de centralizar la salud, educación y seguridad social, haya más instituciones ofreciendo estos servicios, y que los municipios u organizaciones ciudadanas asuman más responsabilidades (y no menos como se decidió en Montecristi). Que existan más opciones de comunicación y no una monopolización de la palabra alrededor del Gobierno.

…Está muy bien querer limitar los poderes nefastos, pero habría que empezar por casa propia.