¿Rafael Correa y Ricardo Patiño nos quieren ver la cara de imbéciles o los interpreto mal? Digo esto porque no creo que nadie se coma su cuento de que los roldosistas desayunaron  croissants  con café belga en el Palacio de Gobierno solo para ofrecerle al Presidente su apoyo gratuito en el próximo ‘Congresillo’. ¡Por favor, el país conoce a estas personas y sabe que nunca darían nada gratis!

No es cierto que la semana anterior el Gobierno pactó con el PRE. El pacto lleva en realidad dos años y medio. ¿O nadie recuerda lo importante que fue Elsa Bucaram para el triunfo del Socialismo del siglo XXI?

Si fue gratis, pregúntenselo a Jorge Marún.

Tampoco es el primer pacto de la Revolución Ciudadana con el PRE. Hace trece años, Gustavo Larrea, el verdadero mentalizador del proyecto correísta inicial, fungía de subsecretario de Gobierno de Abdalá Bucaram, justo cuando Jacobito reunía su primer millón de dólares y las secretarias de Alfredo Adum se desplazaban descalzas por su despacho.

Precisamente por esa muñeca política demostrada es que a Larrea le tocó negociar con los anteriores diputados manteles, los del 2007, que también se comprometieron a apoyar “gratis” al Presidente en el Congresillo de entonces (que todavía se llamaba Congreso, pero era lo mismo).

Sabemos ahora, gracias a Fabricio Correa, el hombre de los 80 millones de dólares y tesorero de la campaña de su hermano menor, que a los manteles se les pagó, ¡y muy bien!, con los fondos reunidos –según se nos ha dicho– por miles de trabajadores, estudiantes y desempleados que creyeron sinceramente que el cambio estaba por iniciarse.

Pactar no tiene nada de malo. Un pacto es un “concierto o tratado”. Pacto es lo que usted acuerda con su cónyuge cuando contrae matrimonio. Bolívar pactó con San Martín para que América del Sur saliese airosa de la guerra de la independencia.

Lo importante es con quién se pacta, para qué se pacta y si se pacta con transparencia.

¿Con quién pactó Correa? Con dos buenos chicos. Así los llamó –refiriéndose a Dalo y Gabriela– el miércoles, ante Diego Oquendo. Pues si son buenos chicos, digo yo, amarán la verdad, y fueron ellos, no la prensa, los que contaron que Correa se comprometió a reconocer como una cantinflada la destitución de su padre, y a los pocos días el Primer Mandatario en efecto lo reconoció.

Los dos buenos muchachos tampoco han desmentido a Alfredo Ortiz, su compañero de bloque, que dijo que a cambio de sus doce votos en el ‘Congresillo’ recibirían puestos, supongo que de maestros fiscales despedidos, para comenzar.

Lo que ocurre es que a Correa se le va la lengua así nomás. Mencioné este pequeño detalle en un artículo del 2005 y el Presidente todavía lo recuerda cuando requiere insultarme. Ese defecto suyo lo volvió a traicionar el sábado pasado. Recién el viernes había desayunado con el PRE y ya a la mañana siguiente lo proclamaba ante los micrófonos. Por lo visto, la pica por el resultado de las elecciones a asambleístas se había vuelto inaguantable, y no reparó en que con eso revelaba un secreto.