Siempre me he sentido cercano al fallecido Rey del Pop, Michael Jackson. No solo compartimos nuestro talento en el baile, la fascinación por los chimpancés y la admiración hacia Macaulay Culkin, sino que ambos nos rehusamos a crecer.
Bueno, quizá parte de lo que dije sea mentira, pero si algo he aprendido a lo largo de los años, es que lo peor que puede hacer el ser humano es olvidar sus inicios en este mundo y pretender que el jugar a ser grande es sinónimo de madurez.
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Junto con la partida de este artista me doy cuenta cómo el síndrome de Peter Pan se ha venido apoderando de mi psiquis al ignorar los cambios trascendentales de la vida de Jackson. Yo soy de aquellos que piensan que es inocente de todos los cargos en su contra y que en realidad es un niño grande algo excéntrico.
A pesar de mis apelativos a favor del difunto, siento que los medios de comunicación mundiales han sido más que condescendientes con el artista en su lecho de muerte. Si semanas antes se publicaban historias fabricadas sobre su vida personal, sin importar herir a familiares y al mismo cantante, la tortilla informática se viró y colocó al autoproclamado Rey del Pop en sus propios caducos e inventados sitiales.
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El primer canal de noticias de la televisión por cable CNN, aparentemente dolido por haber sido uno de los últimos medios en confirmar la muerte de Michael Jackson, le ha dedicado el 50% de su programación. Desde el día de su fallecimiento, y a lo largo de la semana, la mayor parte de sus espacios muestran historias promoviendo el legado musical y artístico de Jackson, al igual que las reacciones de sus fanáticos, familiares y amigos. Las noticias sobre su herencia, planes fúnebres y demás, se han tomado los días y noches de CNN.
El renombrado periodista de esta cadena, Anderson Cooper, quizá cansado de cubrir acontecimientos más trascendentales como la guerra en Iraq y el cambio climático, se convirtió en un conductor de espacio farandulero al presentar con bombos y platillos una nota donde afirmaba haber encontrado a la ex mascota de Jackson, Bubbles, el chimpancé. Simplemente vergonzoso.
Tal fue la euforia mediática de este acontecimiento que un centenar de vacas volaron por los cielos cuando MTV volvió a pasar videos. Había escuchado mitos y rumores que este canal estaba pasando estos productos durante la madrugada y ciertas horas en la tarde, pero disfrutar de la videografía de Michael Jackson durante el fin de semana, en vez de ver a las malcriadas chiquillas con desórdenes mentales provocados por tintes capilares y agua oxigenada de programas como ‘The City’ y ‘The Hill’ fue bienvenido con una agradable sonrisa.
Pero mientras CNN quedó en ridículo al informar que Jackson se encontraba en coma casi una hora después que el portal de internet TMZ confirmaba la desaparición del cantante, al menos tuvieron sus razones periodísticas. Este sitio es conocido por reportar los hábitos de las celebridades y no necesariamente proyecta una veracidad profesional. Lo mismo pasa con el diario británico The Sun, el cual posee un tinte sensacionalista. En esta semana, se ha convertido en el mejor amigo de nuestros medios nacionales.
Con los noticiarios dedicando su primera noticia a este fallecimiento, junto con los segmentos de farándula y entretenimiento, el televidente cae presa de la proclamación de decenas de verdades a medias con la dudosa fuente del diario The Sun. Sin ningún control editorial, los medios de nuestro país tienen como referente a un periódico conocido mundialmente por su amarillismo.
Michael Jackson vende, en vida y en la muerte. Mientras las noticias siguen llegando y los misterios de su privacidad se van convirtiendo en dominio público, yo sigo atrapado en el tiempo; encerrado en épocas donde la inocencia se palpaba en el aire y el mundo creía que Michael Jackson salvaría y cambiaría al mundo. Quizá, el verdadero legado que nos deja Michael Jackson es que quizá no debemos de creer en todo lo que leemos y vemos en la TV.