Habrá de ser independiente de toda ley que no sea la del amor mismo. En la pareja feliz nadie manda, ambos obedecen. La filosofía anarquista manifiesta deseos de emancipación, rechazo a todo tipo de totalitarismo. Desde la no interferencia budista, Epicuro, Diógenes, hasta el anarquismo cristiano de Tolstoi (El reino de Dios se halla en usted) nos pertenece la decisión de asumirnos: “Somos lo que hacemos con lo que somos” (Gandhi). El machista débil, torturado por los celos, pretende imponer su imaginaria superioridad mientras padece  complejos  frente al sexo opuesto,  aniquila la libertad de quien vive a su lado, se convierte en  símbolo de la imbecilidad. “La violencia es el miedo a los ideales de los demás” (Gandhi).

Viví un amor maravilloso durante cuarenta años, mas un buen día tuve que dejarlo libre para que pudiera volar hacia lo infinito. Los filósofos estoicos saben que solo podemos controlar lo que depende de nosotros. Por más que quise retener aquel amor, se escapó de mis manos, quedé muy dolido.

La muerte es el inevitable  límite de nuestra libertad. Una vez alzadas las velas, somos libres de navegar confiados otra vez en el insignificante barco de papel lleno de sueños o fantasías. La mujer sabe a mar abierto.  Unos asumen el desafío. Lo que se vuelve importante es el respeto a la libertad ajena, pues no hay nada tan insolente como el acoso, el deseo de adueñarse.
Aborrezco aquel verbo cuando se lo aplica al amor. No se suele “poseer” a una mujer, pues sería la máxima ofensa a su libertad, se puede más bien pedirle posada, término dulce que se refiere a un atento hospedaje.

El amor es siempre libre o deja de ser amor. Es jaula de puerta abierta: la libertad está a su alcance en caso de que se sienta sujetado. No podemos obligar a nadie a que nos ame: hermosa prueba de amor es devolver la libertad a quien hemos domesticado si pensamos que nuestro sentimiento egoísta merma la autonomía ajena. Aquel proceso doloroso significa pisotear nuestro corazón, condenarlo a la soledad para que la persona amada pueda volar en su propio cielo, navegar en sus mares, nunca más posarse con ternura en nuestro hombro, abrigarse en nuestro puerto. Mil veces gritaremos para que regrese pero encontraremos la fortaleza suficiente para amordazar anhelos. Son lágrimas necesarias, noches en vela inevitables. El  haraquiri desgarra los afectos imposibles. El amor es libre cuando respeta la libertad ajena, cuando escoge el dolor de la ausencia, la insufrible privación, en vez de torear el inalcanzable destino. Nunca se deja de amar a quien  amamos de verdad. Hay amores que bailan en cada rayo de sol, otros quedan crucificados en un calvario cualquiera. Las líneas  nuestras surcan otras manos en delirante descarrilamiento, soñamos con arrancar los rieles.
La más bella frase sigue rezando, disco rayado: “¿Cuándo fue la última vez que te dije te amo?”. Se incendian las llagas de una sola. Por ser libre, el amor puede también llorar.