Las bodas de oro de un chocolatero son gratamente dulces para este ‘Willy Wonka’ argentino que llegó al país en 1995. Y se quedó. Un bombón diario puede mejorar su vida, porque el chocolate tiene propiedades antioxidantes, antidepresivas, ayuda al corazón y, para rematar, hace que la persona genere una endorfina similar a la que produce la mujer cuando siente el tierno placer de haber dado a luz. Imagínese: ¡El placer de la maternidad puede estar cubierto de chocolate! Por eso el argentino Luis Rivero siente que le ha dedicado 50 años a la profesión más dulce y satisfactoria. Luisito, como prefiere que lo llamen sus amigos y colaboradores, considera que llegó a sus bodas de oro como chocolatero el 10 de septiembre anterior, al cumplir 68 años de edad, porque solo tenía 18 cuando comenzó a trabajar formalmente en la chocolatería de sus abuelos italianos en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. “Yo era el nieto más curioso para averiguar sobre las fórmulas y el procedimiento. Al principio mis abuelos no me daban bola (me ignoraban en el negocio), pero al ver mi interés me fueron enseñando con cariño”, afirma este profesional que desde entonces ha seguido una próspera carrera como chocolatero, la cual lo ha llevado como asesor internacional a México, Brasil, Chile y Venezuela. Aterrizó, le gustó, se quedóA Guayaquil llegó en 1995 enviado por la multinacional Nestlé, la cual estaba interesada en comprar marcas de la compañía La Universal. “Vine para analizar los detalles y decidir si la compra le convenía a Nestlé”, indica sobre ese negocio que concluyó con la compra de unas cuarenta marcas de la fábrica ecuatoriana. Siguió laborando para la misma multinacional en Guayaquil hasta el 2000, año en que fue enviado a Venezuela. Pero solo se quedó seis meses por allá, “mi familia no se acostumbró a ese país. Nos sentíamos mejor en Guayaquil,  por eso regresamos a esta ciudad”, indica. Al llegar se vinculó a la fábrica La Universal, ubicada en Eloy Alfaro y Gómez Rendón, hasta que cerró a finales del 2001. Y regresó a ella cuando al ser adquirida por Isabel Noboa Pontón en el 2005 se buscó su reactivación. “Con Isabelita logramos relanzar sus chocolates y caramelos (en el 2006), tras cinco años de ausencia en el mercado”. La Nostalgia de San MarinoLos huevitos, manichos, mentas glacial y caramelos de leche regresaron a las tiendas guiados por la experiencia de este chocolatero que también abrió su negocio propio. La chocolatería que operó desde junio del 2003 a junio del 2008 en el centro comercial San Marino tenía el mismo nombre del negocio de sus abuelos: Nostalgia, donde considera se hizo conocido entre los aficionados al buen chocolate. “En la fila del aeropuerto aún me dicen ‘que pase Nostalgia’”, indica sobre ese negocio que hoy es manejado por otras personas, pero con los productos que elabora la esposa de Rivero (ver recuadro). Otra faceta importante en su vida desde este año es la de educador. “Hay mucho interés en mis alumnos por aprender sobre el cacao, porque a pesar de que es tan tradicional en el Ecuador, no ha habido una cultura de educación sobre este producto”, señala. Por eso le gusta brindar confianza a sus casi 40 alumnos de la carrera de Ingeniería de Alimentos de la Espol. “Les digo: Mirá, pibe, agarrá la espátula y preparale unos chocolates a tu mamá”, bromea seguro de que sus alumnos lo respetan por sus conocimientos, por la confianza que les brinda y también por sus consejos. El principal es: “Para ser buen chocolatero hay que practicar mucho. Prueba y error. Prueba y error. Hasta que te sale”. Esa es la cultura chocolatera que debería ampliarse en el Ecuador, “el país con el mejor cacao del mundo. Por eso naciones como Alemania y Suiza se jactan de usar cacao ecuatoriano”. Y por eso un experto como Luisito eligió saborear el dulce de la vida en esta nación que ahora llama su hogar.