Oriente Medio está pasando por algo que no hemos visto en mucho, mucho tiempo: los moderados están recuperando su lugar en cierta medida, devolviéndole el empujón a los tipos malos. Si todo lo anterior suena un poco, un tanto, digamos quizás limitado, bien, pues así es. Pero, en una región en la que los extremistas van hasta las últimas consecuencias y los moderados suelen meramente alejarse, es la primera buena noticia en años: un oasis en un desierto de desesperación.

El único problema es que este intento de los moderados, que recibieron un impulso con la reunión por la paz en Anápolis, es impulsada en buena medida por el miedo, no por una visión compartida (ni en lo más mínimo) de una región en la que suníes, chiíes, árabes y judíos tengan relaciones comerciales, interactúen, colaboren y alcancen acuerdos de la misma forma que otros países en el sureste de Asia han aprendido a hacerlo en beneficio mutuo.

“Este es un lugar de los medrosos”, dijo Hisham Melhem, jefe de Al Arabiya en Washington, canal noticioso por vía satelital.

El temor puede ser un potente motivador. El temor a que la red Al-Qaeda controle sus vidas finalmente hizo que las tribus suníes de Iraq se alcen en contra de los suníes a favor de Al-Qaeda, incluso al punto de ponerse del lado de los estadounidenses. El temor a maleantes chiíes en el Ejército Mahdi, respaldado por Irán, ha ocasionado que muchos más chiíes en Iraq se pongan del lado del gobierno y del ejército iraquí que favorecen a Estados Unidos.

El temor a que Hamas se apodere del control ha impulsado a Fatah a llevar una relación de trabajo más estrecha con Israel. Asimismo, el miedo a la influencia iraní tiene a todos los estados árabes, sobre todo a Arabia Saudita, Egipto y Jordania, trabajando en una coordinación incluso más estrecha con Estados Unidos y en una cooperación tácita con Israel. El temor de un colapso de Fatah, así como que Israel herede de manera definitiva la responsabilidad por la población de palestinos en la Ribera Occidental (Cisjordania), ha llevado a Israel de vuelta a la mesa de negociaciones con Washington. El temor al aislamiento incluso trajo a Siria a este lugar.

Sin embargo, el temor de los depredadores solo lleva hasta cierto límite. Con el fin de darle forma a una paz duradera, hace falta un plan de acción compartido, una voluntad de los moderados para trabajar juntos con miras a brindarse respaldo mutuamente y ayudarse contra los extremistas en cada área. Se necesita algo que ha estado faltando dolorosamente desde las muertes de Anwar Sadat, Yitzhak Rabin y el rey Hussein: un tipo especial de coraje para hacer algo “sorprendente”.

Desde el 2000, los únicos con iniciativa han sido los tipos malos. Cada semana nos sorprenden con nuevas formas y lugares para matar. Los moderados, por el contrario, estuvieron exentos de imaginación hasta que las tribus suníes en Iraq acometieron a la red Al-Qaeda. Lo que espero para los meses próximos es saber si los moderados pueden o no tomar la iniciativa y sorprender a los extremistas.

El Canciller de Arabia Saudita, Príncipe Saud al-Faisal, anunció, incluso antes de su llegada a la ciudad de Anápolis, que no habría apretones de manos con ningún israelí. Qué mal. Un apretón de manos por sí solo no va a hacer que Israel devuelva la Ribera Occidental. Sin embargo, un sorprendente gesto de humanidad, como un simple apretón de manos de un líder saudita a un líder israelí, efectivamente haría mucho por convencer a los israelíes de que existe algo nuevo aquí, que no solo se trata de los árabes sintiendo temor hacia Irán, sino que ellos, de hecho, están dispuestos a coexistir con Israel. Lo mismo para Israel. ¿Por qué no toman por sorpresa a los palestinos con un generoso gesto en cuanto a los prisioneros o los retenes? ¿Acaso ha funcionado tan bien la vieja y tacaña forma de hacerlo?

El proceso de pacificación entre israelíes y palestinos ha estado tan desprovisto de contenido emocional desde el asesinato de Rabin que ya no convence a la gente común. Son meras palabras: una sarta de palabrería acerca de “mapas del camino”. Los sauditas son expertos en decirle a Estados Unidos que tiene que ser más serio. ¿Acaso es demasiado pedirle a los sauditas que nos faciliten las cosas con un apretón de manos a un líder israelí?

La otra sorpresa que necesitamos es a los moderados yendo hasta el final. Los moderados que no están dispuestos a correr el riesgo de un suicidio político para lograr sus fines, nunca van a derrotar a extremistas que están dispuestos a cometer un suicidio físico.

La razón por la cual Yitzhak Rabin y Anwar Sadat eran tan amenazadores para los extremistas es que estaban dispuestos a ir hasta el final. Yo entiendo que actualmente no hay líder que desee asomar la cabeza. Tienen razón de sentir miedo, pero no tienen razón alguna para creer que harán historia de cualquier otra forma.

El presidente Bush, en comentarios para lanzar la conferencia de Anápolis, dijo que esto no era el fin de algo, sino un nuevo comienzo de las negociaciones entre israelíes y palestinos. No hará falta un experto en Oriente Medio para explicarles si esto funcionará o no. Si usted lee los titulares de los meses próximos y sus ojos se ponen opacos y llorosos, entonces, como me dijo el columnista israelí Nahum Barnea, sabrá que Anápolis dio vuelta a la llave de encendido “de un automóvil con las cuatro llantas ponchadas”.

No obstante, si usted toma el periódico y ve a moderados árabes e israelíes haciendo cosas que lo toman por sorpresa, y se oye a usted mismo exclamando: “¡Guau, nunca antes había visto eso!”, sabrá que estamos avanzando hacia alguna parte.

© The New York Times News Service.