Canetti hizo del “buen oír” una pasión del conocimiento, casi una escuela del vivir y de relación con sus semejantes. Y dijo: “La primera prueba de respeto hacia los seres humanos consiste en no pasar por alto sus palabras”. Y se dio cuenta de que, permanentemente, los humanos tienden a presentarse a través de lo que afirman en “máscaras acústicas”; esto es, cada persona le da un uso característico a las palabras en el afán de poner límites a su relación con la realidad, con lo que se termina callando lo que aún queda por decir. Es decir, en lugar de afinar una expresión que consiga nombrar nuevas cosas, los seres humanos se aferran a unas pocas frases y por eso se repiten hasta el cansancio. Cuando hablamos socialmente renunciamos a la plasticidad del habla, nos limitamos a unos cuantos vocablos, nos sostenemos en unos giros empobrecidos, y así, no parece que emitimos voz humana sino una verdadera máscara lingüística. Como se ve, el lenguaje también es útil para enmascarar.
Se me ha hecho patente esta noción de Canetti ahora que me preparo para escoger a los presuntos mejores asambleístas, pues la papeleta, las hojas de vida, las consignas de los candidatos (que han sido también difundidas por los diarios en un esfuerzo por hacer racional la votación) se me aparecen como máscaras acústicas, como entidades parlantes que –aunque expresen diversidad de ojos, cejas, orejas, dialectos– se quedan en muy pocas ideas y en intenciones desconocidas. Esos rostros de la papeleta, en su conjunto, no dijeron lo que tenían que decir, y no por un problema de franjas publicitarias, sino porque en política siempre se esconde más de lo que se enseña. Algo no nos ha dicho aquel que con harto truco quiere industriarse el voto popular. Es una pena que sea así pero es norma de la política.
No hay remedio: el domingo estaremos en las urnas para autoengañarnos en esa ficción de que somos los mandantes. Los mecanismos de la concepción vieja del poder arrebatan el mandato a los ciudadanos, pues no somos más que guarismos para justificar planes estatales que no siempre están en consonancia con el bien común cuando son ejecutados. En el fondo, el gran tema que los 130 elegidos deben discutir es el bien común, para que esta realidad sea encaminada para beneficio de las mayorías. La semana pasada, con humor, La Kombi dio en el clavo cuando Jalal y Rodrigo fueron a la sede del Tribunal Supremo Electoral y transformaron la papeleta de candidatos en un álbum que debía ser sellado para el sorteo final. Para los cómicos, los políticos también eran figuritas. Mi anhelo es que esas máscaras no se conviertan en rostros de la decepción.