En el camerino, la banda: Juan Carlos Jefe Vergara (bajo), Miguel Segovita Segovia (segunda voz), Alonso Flores (timbales), el cubano Ringo (percusión) y Gustavo Miño (bongoes) está lista para saltar al escenario.
Napolitano dice que el concierto será un abrazo con los amigos que pueden pagar 10 dólares y es que casi la mayoría de sus conciertos son gratuitos “aunque no hay ninguna diferencia porque los aplausos son los mismos en Japón, en Yaguachi, en Babahoyo y en Manhattan. El aplauso es un idioma universal”, asevera.
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A las 20:05 cuando toma posesión del escenario es recibido con aplausos por su público que sabe que ha bajado del cerro Santa Ana a descargar su música. “Yo hago canción de autor, música y letra. A veces comienzo componiendo la música, en otras, es con la letra, yo agarro por donde venga”, dijo antes, ya en las tablas Napo y su banda comienzan sirviéndonos un sabroso Sancocho de hueso blanco sazonado por la fuerza del bajo y los azotes del timbal.
La gente aplaude, Napo señala que no escucha, entonces las palmadas son más fuertes. Seguidamente después de Dos gardenias, bolero esta vez a manera de son, brotan acordes clásicos en memoria del recién fallecido James Brown, el Padrino del Soul.
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Luego de un buen sorbo de una agüita amarilla con traza de whisky aguado, bromea “la manzanilla está buena en día de Inocentes” y se escucharán Bolón de verde, Viejo mangle de Tortuga Bay, pero será el tema de Segovita, Ecuador cómo, cómo, cómo cómo cómo el que pondrá a bailar a la people y ya con el personal enchispado hace su ingreso, con aires de valsecito criollo, Gringa loca y el culto público aplaude como si estuviera dentro de una cantina pidiendo: ¡Dos más!
El fotógrafo Bolo Franco con una sonrisa feliz únicamente dice: “Esa es la plena”. Pero vendrán otras como Besos de sal prieta, El cangrejo criminal y Barcelona es la camiseta, tema en cuya percusión recuerda a los tambores de la barra Sur Oscura en una tarde de fútbol en el Monumental.
A son de la clave entra con fuerza Guajira pa’ Guayaquil: “Desde la Boca del Pozo/ camino hacia el Malecón/ me llevo tal impresión/ de mirar al río Guayas:/ lechuguines, lodo y jaibas/ corriendo van para el sur/ la ría baña a su paso/ al barrio del Astillero/ donde nació Barcelona/ equipo al que más quiero/ el ídolo ecuatoriano/ lo dice Napolitano/ lo dice de corazón”.
Así Napo y su banda se despiden, pero el público grita: “Otra, otra, otraaaa”. Y regresan a cerrar la noche con un humeante y rico Sancocho de hueso blanco, esta vez a manera de descarga general.