Para el artista y el público el show fue inolvidable. Él cantó sus éxitos, hasta quedarse sin voz, y recordó a  Lavoe.

“Batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo; posiblemente no volar muy alto, pero solo”, este es uno de los pensamientos que Willy Colón publica en su página a propósito de su despedida de los escenarios, tras 40 años de trayectoria.

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El Malo del Bronx, como también se lo conoce, ofreció su concierto de despedida el pasado jueves en Quito. Sin duda, uno de los mejores espectáculos que se han presentado en la ciudad en lo que va del año, pese a que la acústica del Ágora de la Casa de Cultura Ecuatoriana (CCE) y algunos problemas de sonido, no permitieron que el público ubicado en general gozara a plenitud del show. 

Fueron cerca de dos horas en las que uno de los más importantes exponentes de la salsa hizo un recorrido por su carrera, que comenzó con el disco El malo, en 1966.

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En su espectáculo se resumió el trabajo del trompetista,  cantante urbano, defensor de los derechos de los migrantes latinos en Estados Unidos y que, además, como él mismo se describe: “Un quijote en el amor”.

Para muestra de lo último se escucharon canciones como Idilio, Gitana y Bohemia.
Otra de las fases que presentó fue el homenaje a Héctor Lavoe, su compañero por siete años en la música. Él lo recordó a su mítico amigo con Llegó la banda, Tu amor es un periódico de ayer, El todopoderoso y El cantante.

En el concierto pasó de todo. El Municipio de Quito le entregó el reconocimiento de Huésped Ilustre, una bailarina improvisada danzó en el escenario al sonido de los tambores, él peleó con uno de los asistentes a los que amenazó sacarlo del Ágora y hasta mostró la máscara de oxígeno con la que intentaba sobrellevar los estragos de la altura.

Al final, volvió al escenario aproximadamente a las 24h00 e interpretó Asia llamando, porque se lo prometió a uno de los concurrentes. La emoción le consumía y quería seguir cantando, pero su voz ya estaba sufriendo múltiples estragos por la altura.

Prefirió terminar. Aseguró que fue “uno de mis conciertos más grandes e importantes. Nunca lo olvidaré”. La nostalgia de no poderlo volver a ver en un escenario resultaba inaceptable a la salida del lugar. La lluvia y el frió acompañaron a los asistentes en las calles Seis de Diciembre y Patria.