Así se reconoce en el argot local a una nueva estirpe de ecuatorianos que están carcomiendo las raíces morales de nuestra sociedad.

Para quienes no están familiarizados con el referido concepto, a este tipo de gente, usando sinónimos, se lo puede identificar también como audaces, amorales, cínicos o descarados.

Comencemos por el cónyuge, que es extremadamente celoso con su pareja y que no le permite ir “ni a la esquina” pero que la pasa muy cómodo con su amante, la secretaria o la vecina. Ese sujeto que se banderea con cuanta mujer se le atraviesa en lugares públicos, sustenta su desfachatez en que quienes lo reconocen, callarán para no tener problemas, porque “cada quien vive su vida”. Ese sujeto, ¿qué calidad moral tendría para aconsejar a su hijo, cuando esté haciendo lo mismo o para increpar a su yerno cuando le haga lo mismo a su hija?

Así también, tenemos el caso del señor de rancio abolengo, que ante la falta de lujos a los que sus padres lo acostumbraron y que él no puede pagar porque es un vago, se infiltra en la delincuencia de la que es rescatado por su apellido y luego se pavonea en los más altos círculos sociales como si no hubiera pasado nada; y lo más grave, con la complacencia de algunos de esos círculos en los que pesa más su ancestro que su realidad.

Veamos ahora el caso del joven que de la noche a la mañana, gracias a la política, en una fulgurante carrera de corrupción, pasa de modesto inquilino y usuario de transporte público a propietario y empresario exportador tan próspero y ocupado, que ya no tiene tiempo para la política. ¿Es que su esposa no se da cuenta del origen de su fortuna o es que es más cómodo hacerse de la vista gorda y disfrutar del “milagrito”?

Tenemos también el caso del que se pasa a veinte personas en la cola, porque la señora del counter de la aerolínea es su amiga y le hace todos los honores para que el pobrecito sujeto no se canse haciendo la fila y, ante la indignación y rechifla general, el muy campante pasa adelante sin detenerse a mirar a nadie, porque “no están a su altura”... efectivamente, no están a su altura moral; este caballero está muy por debajo del resto.

Forman también parte de esta “casta” especial, los invasores de tierras que se quejan de los desalojos y los que se conectan ilegalmente a la red de televisión pagada (cable) o compran los decodificadores “piratas” a vista, paciencia y aplausos de sus hijos que ahora sí van a poder ver el cable y gratis. Lindo ejemplo del señor para con el futuro moral de sus hijos.