Si nuestro país se sostiene en una poderosa vitalidad por su condición ecuatorial, también tiene que darse de bruces con el deslumbramiento de lo tanático.
Es su conciencia de lo mortal y perecedero lo que, a su vez, impulsa su vitalidad a mayores logros.
Sus poetas, con preferencia mujeres, dan testimonio casi esotérico de esa gran verdad. Otros poetas –australes, pero haciendo sus vidas en Guayaquil– han descubierto el rigor tanático y el inquirir teosófico de la poesía ecuatoriana. Así, Jorge Astudillo en su tesis doctoral, con Granizo Rivadeneira, Cazón Vera o Medardo Ángel Silva. Y Rodrigo Pesántez Rodas con su Antología de ocho poetas tanáticas del Ecuador.
Como buena, magnífica nueva dejada por el 2005, ofrece a los hispanoamericanos este libro el Frente de Afirmación Hispanista, A.C. (México).
Debemos gratitud a dicho Frente por la atención que brinda a la calidad literaria de los ecuatorianos. Sea por las ediciones de la Antología de la poesía cósmica del Ecuador (con análisis arquetípico de Fredo Arias de la Canal) y por la distinción continental de la presea otorgada a Pesántez Rodas, poeta y profesor de Letras, digno de reconocimientos continentales.
Ahora, el volumen de 105 páginas considera, con excelente enfoque crítico de Pesántez, a Ileana Espinel, Saranelly de Lamas, Ana María Iza, Violeta Luna, Martha Lizarzaburu, Sara Vanegas, Catalina Sojos y María Fernanda Espinoza.
La selección poética es impecable. Destaca Pesántez en su vibrante prólogo que estas ocho autoras ecuatorianas “al margen de sus presencias subconscientes tanáticas, con las que se presentan en el libro, de alguna manera nos conectarán con el mundo poético de habla hispana continental, tan alejado de nuestra realidad como si no existiéramos. Cuando en verdad vibramos con luz perpendicular y propia.
En efecto, la difusión merecida de nuestros valores femeninos tanáticos es un hecho con una edición como la del Frente de Afirmación Hispanista. La seguridad la dan las calidades a la vez homogéneas y múltiples de las autoras.
Así lo demuestra Pesántez. Estas ocho voces son de diversos niveles estilísticos, de rupturas y convergencias de léxico (Espinel y Vanegas). De ocultos rostros donde la fina ironía desenmascara estigmas sociales y vivenciales con majestad poética (Iza). O el fuego del amor quemante-amante con sesgados fulgores eróticos (Sojos y Espinoza). También el “atroz desdoblamiento de la angustia existencial en lenguas de fulgor surrealista (Saranelly de Lamas) con los emblemas del amor y la vida triturados al filo de una dura realidad, pero evocados con ternísima pasión y fino juego metafórico (Luna)”.
Mantengamos presente que dio nuevas y mejores rutas continentales a la poesía ecuatoriana la selección de poemas de autores desde la Colonia hasta el siglo XX, con estudio de Pesántez Rodas (1996. Antología de la poesía cósmica del Ecuador). Tal impulso para un país que reclama mayor política cultural por ámbitos mundiales, se fortalece con la reciente edición de las ocho líricas tanáticas. Esto no niega el empeño vigoroso que la Casa de la Cultura ha emprendido con sus ediciones.
Buena nueva, excelente muestra de trabajo honesto, capaz y generoso en pro de la justicia que merece el quehacer espiritual de los ecuatorianos y sus mujeres.
Una de ellas (Sojos) dice: “Mi corazón es sombra oblicua/ anegada de pena/ mientras en algún sitio/ se derrama la noche/ regálame las hebras de tu luz/ para tejer la espera”.